Las cifras preliminares del Censo 2012 confirman que el crecimiento demográfico de Chile sigue a la baja. Si bien es necesario esperar los datos definitivos para conocer la población total y las respectivas tasas de natalidad y fecundidad, todo parece indicar que se mantiene la tendencia de las últimas décadas. Este hecho tiene importantes consecuencias políticas, sociales y económicas, por lo que conviene detenerse en su análisis.
La disminución en la natalidad es un fenómeno que usualmente se vincula con el crecimiento económico, el desarrollo social y la participación laboral femenina. En el caso de Chile, observamos tanto una mejora persistente en el nivel de vida de la población como la incorporación de la mujer al mercado del trabajo. De hecho, en 10 años ésta creció significativamente: de 33,2% en 2002 pasó a 47,2% en 2012.
Sin embargo, estudios llevados a cabo en naciones desarrolladas muestran que la fecundidad (nacimientos por mujer en edad fértil) cae en forma más pronunciada en los países en que la inestabilidad laboral afecta a sectores importantes de la población, especialmente los de menores ingresos. Esta observación se ajusta a la realidad actual de Chile.
Nuestro mercado laboral se caracteriza por el mayor desempleo e inestabilidad de los jóvenes y las mujeres. Por ejemplo, la tasa de desocupación de la población entre 20 y 30 años alcanza a un 12% del total, y para los mayores de 30 años es de un 4,5%. A su vez, más de la mitad de las mujeres con edades entre 20 y 30 años participan en la fuerza de trabajo, pero más de un 40% de ellas tiene un trabajo en el que ha permanecido menos de un año.
De acuerdo con la evidencia internacional, la inestabilidad laboral de estos grupos acentúa la caída en la tasa de fecundidad, que es uno de los determinantes del crecimiento de largo plazo de la población y, por ende, de la economía. A su vez, este efecto es mayor cuando la inseguridad laboral no sólo afecta a la madre sino también al padre, lo que ocurre en los grupos de menor nivel educacional.
Los países del norte de Europa han logrado mayor estabilidad laboral a través de la incorporación de trabajos de tiempo parcial y políticas maternales generosas. Es decir, combinan una alta participación laboral femenina y tasas de natalidad cercanas a la tasa de reemplazo. En contraste, en los países del sur de Europa el desempleo femenino y juvenil es mayor, hay alta inestabilidad laboral y poca flexibilidad en la jornada de trabajo, lo cual ha generado bajas tasas de fecundidad.
A la luz de estos antecedentes, la pregunta es a cuál de estos modelos debiésemos aspirar. Para mejorar la calidad de la inserción laboral femenina, se requiere desligar el costo de la maternidad de su contrato. El posnatal extendido, el acceso a las salas cuna y la compatibilidad entre familia y trabajo son políticas que permiten un aumento en la fecundidad y Chile ha avanzado bien en este terreno.
Sin embargo, para ser efectivas, estas acciones deben ir acompañadas de otras que permitan enfrentar la dualidad del mercado del trabajo, que está en el origen de la inestabilidad. Con este propósito se debe idear un sistema de protección que integre de mejor manera la indemnización y el seguro de desempleo sin discriminar por el tipo o duración del contrato. Esta protección tomaría la forma de un contrato único, que aumenta sus beneficios en forma continua y paulatina con la duración del empleo, permitiendo que todos los trabajadores accedan a ellos. Esto permitiría reducir la actual inestabilidad laboral de los jóvenes y de las mujeres.
Por lo tanto, para revertir la tendencia a la baja de la fecundidad, debemos reducir la dualidad en el mercado del trabajo, mejorando las perspectivas laborales de hombres y mujeres, pero también disminuyendo la incertidumbre.
Los efectos en el crecimiento de largo plazo vendrán por el aumento de la tasa de participación, la mayor productividad y la recuperación de la tasa de fecundidad. Debemos aprovechar el actual dinamismo de la ocupación para plantear estos temas y buscar acuerdos que beneficien a la sociedad en su conjunto, logrando horizontes más ambiciosos de crecimiento para el país.
La inestabilidad laboral de los jóvenes y las mujeres acentúa la caída en la tasa de fecundidad, que es uno de los determinantes del crecimiento de largo plazo.