La oposición anda de parranda, desordenada, confusa y sin claridad de propuestas a la ciudadanía. Esto, no obstante que, en la última encuesta Adimark, la ciudadanía que se identifica con la oposición alcanza un 55% entre las personas que se identifican con el Gobierno o la oposición. Es decir, hoy por hoy, somos mayoría. Sin embargo una mayoría dispersa, confundida, a la que le es imprescindible transformar esa mayoría en propuesta política, programática y contar con un liderazgo sólido. Por otra parte -si las cosas permanecen constantes- en 14 meses más el ciudadano se verá enfrentado en la cámara secreta a un voto con las siguientes características: un candidato de la derecha (Golborne), un candidato de una parte de la oposición (Marco Enríquez-Ominami); un candidato del sector mayoritario de la oposición (Michelle Bachelet); y eventualmente dos candidaturas independientes si es que cumplen con los requisitos de su postulación (Jocelyn-Holt y Parisi). Teniendo a la vista ese escenario, es tarea de la oposición mayoritaria, es decir, Concertación más izquierda ciudadana, más movimiento amplio social, más Partido Comunista y más movimiento social, en forma urgente para romper la situación vigente de desorden, establecer un programa de gobierno que contenga -a lo menos- los siguientes elementos que permanentemente han sido expresados por las más diversas fuerzas políticas, como elementos sustanciales de un gobierno que se hace cargo del nuevo ciclo político, económico y social que vive Chile en los últimos años. Este programa básico, que recoge la demanda ciudadana inmensamente mayoritaria, debe tener un capítulo importante de reformas políticas, muchas de las cuales se tramitan hoy en el Parlamento, pero que debe abordar con prioridad la reforma al sistema electoral binominal y la moderación de los supraquórums en el Parlamento. Si este último objetivo es por la vía de una asamblea constituyente y/o de otro camino, sólo lo dirán el momento político, la oportunidad y la correlación de fuerzas.
Por otra parte, la oposición mayoritaria ya ha logrado un acuerdo sustantivo para obtener nuevos recursos para el Estado, en el marco de una reforma tributaria que recauda US$ 7 mil millones y cuyo eje central es el impuesto a las empresas sobre el total de utilidades y no sólo sobre las retiradas. Asimismo, esa base financiera ya acordada permite solventar una gran reforma educacional que demanda insistentemente la ciudadanía, cuyos elementos centrales ya han sido acordados por esta fuerza política y que van desde la cobertura total al preescolar, pasando por un incremento sustantivo de la subvención educacional general, y la formulación de la carrera docente y terminando en la gratuidad de la educación superior, por lo menos para los primeros siete deciles relativamente más pobres.
Además, se podrá considerar como piso de planteamiento democrático en materia de reforma laboral el proyecto presentado, y no enviado al Parlamento, por el ex ministro Andrade en el año 2008, que contempla la demanda unánime del mundo laboral organizado, y que tiene como planteamientos esenciales: la sindicalización automática, la ampliación de la negociación colectiva, la eliminación sin matices del multi rut, y también derogar -en materia de huelga- el reemplazo. Así como con las materias reseñadas, la oposición mayoritaria tiene ya elementos y contenidos para construir una plataforma en salud, en previsión, en municipios, y en un sinnúmero de contenidos que abarcan la conducción del país. Los acuerdos logrados y por lograr no son opio, tampoco son expresiones de ingobernabilidad, dado que en el nuevo Chile, la gobernabilidad estará marcada por la inclusión social, por la respuesta razonable y posible a las demandas ciudadanas, por la revalorización frente a la opinión pública de las instituciones fundamentales del Estado, por la credibilidad, confianza y honestidad que exprese la dirigencia política, y no por seguir rindiendo un examen al gran empresariado, ni en el CEP ni en CasaPiedra. La prueba de la gobernabilidad del próximo gobierno va a estar más en la inclusión de la Alameda que en un cóctel en el Club de Polo. La mayoría demanda unidad de la oposición y una conducción que garantice un país más justo, menos desigual y con menos abusos. La dirigencia política de la oposición tiene la palabra.