Doctora en Doctora en Economía del MIT
Académica de la Escuela de Gobierno de la UAI.
Hay circunstancias en que los países, zonas geográficas y/o familias pobres no pueden superar su situación por sus propios medios. La literatura económica describe este fenómeno como una "trampa de pobreza". En pocas palabras, un pobre es pobre porque es pobre. Ello sucede cuando invertir un poco no vale la pena porque el retorno es bajo. Hay que invertir bastante más que un poco para obtener beneficios. Así, para superar la pobreza se necesitaría de un empujón, una ayuda a la inversión inicial. Un ejemplo clásico se da en educación: si los profesores, los padres y los niños mismos no creen en sus capacidades, nadie invertirá lo suficiente para lograr aprendizaje. Para salir de ahí, se requeriría de un empujón a las expectativas.
El debate sobre cuotas en política también se puede interpretar como una trampa de pobreza. Imagine que existen dos tecnologías de producción de leyes y políticas públicas. En la primera, la fracción de mujeres representantes es pequeña y las leyes que se producen son potencialmente buenas, pero limitadas, porque por ejemplo no abarcan toda la diversidad de temas que la sociedad requiere debatir, llevando al país a un equilibrio en un nivel inferior.
La segunda tecnología necesita de una fracción relevante de mujeres. Con ello, los temas que se discuten son amplios y las leyes que se producen son mejores, pues reflejan de manera más cercana la diversidad en la sociedad. Pero para alcanzar este equilibrio socialmente superior, se requiere de un mínimo de mujeres. Sin un empujón para lograr ese mínimo, hay leyes que simplemente no se dictan. Por ejemplo, se necesitó de mujeres liderando desde el Ministerio de Justicia y el Sernam para que recién en 1998 se aprobara la ley que acabó con la figura de los hijos "ilegítimos", una aberrante discriminación que negó derechos civiles y sociales por más de un siglo a muchos chilenos.
Una ley de cuotas representaría un empujón a la política chilena. Algunos de sus detractores argumentan que si no hay más mujeres en política es porque ellas no estarían interesadas o porque no tendrían las capacidades. Pero si el Senado está compuesto por apenas 38 miembros, me cuesta creer que no haya 19 mujeres en todo Chile capaces y motivadas por alcanzar un puesto entre los Honorables.
Otros argumentan que apoyar una ley así es denigrar a las mujeres, algo que ni ellas aceptarían y que dejaría fuera a otros más meritorios. Sin embargo, ello supone que los partidos políticos hoy nominan a todos los candidatos por sus méritos. Yo tengo mis dudas. Además, las cuotas no implican que las elegidas no merezcan sus cargos.
Asimismo, las chilenas apoyan abrumadoramente este tipo de iniciativas. En efecto, casi el 80% de las entrevistadas por la Segunda Encuesta Voz de Mujer de Comunidad Mujer, representativa a nivel nacional urbano, se declara a favor de una ley que exija a los partidos políticos presentar un porcentaje mínimo de candidatas mujeres para los cargos de elección popular. Encuestas levantadas por el consorcio CEP-PNUD avalan esta conclusión.
Una tercera objeción que se esgrime es la clásica "pendiente resbaladiza": si partimos con las mujeres, quién sabe dónde terminaremos. Pero hay que recordar que una ley de cuotas sólo exige un mínimo de representación de ciertos grupos en la papeleta. No son un seguro a ser elegidos por las preferencias ciudadanas. Por lo demás, las objeciones de este tipo no se hacen cargo de si la propuesta de una ley de cuotas tiene mérito en sí misma.
De acuerdo al Banco Mundial, más de la mitad de los países del mundo ha implementado algún tipo de cuota en política. Asimismo, la literatura muestra lo evidente: cuando las leyes exigen la inclusión de candidatos pertenecientes a grupos subrepresentados, ellos tienen una mayor probabilidad de ser elegidos. Pero también muestra que las políticas públicas que diseñan estos representantes son más diversas y responden mejor a las necesidades de estos grupos y de la sociedad en su conjunto. Chile debe dar este salto, no sólo por justicia, sino también por eficiencia.