Señor Director:
Gonzalo Rojas creyó refutar una supuesta "falacia del lucro" en
artículo publicado en su diario el pasado miércoles 25 de julio. Su argumentación consistió en asumir que "lucro" es cualquier ganancia, no algo indebido, ni menos perverso. Convencido de su victoria, añadió: "[...] Si se hubiese hecho un concurso para encontrar el más falaz de todos los argumentos contra el mérito y el esfuerzo, contra el emprendimiento y la creatividad en la educación superior, éste, el del lucro, estaría peleando en la punta, quizás muy cerca de ganar [...]".
Pese a su rotundidad, el columnista yerra. Las ideas afines no equivalen, y los falsos sinónimos difieren en denotación y en connotación: "ganancia", "provecho" y "utilidad" son conceptos neutrales, mientras que "lucro" presupone cierta connotación peyorativa.
No es una falacia del movimiento estudiantil ni un capricho de quienes rechazamos la mercantilización educacional. La propia lengua española lo acredita, según muestran dos sinonimistas conspicuos. López Pelegrín (1801-1846) afirma: "La ganancia es siempre lícita y arreglada a las leyes mercantiles; el lucro es siempre excesivo [...;] se lucra un mal amigo de otro, se lucra el que da dinero con réditos exorbitantes".
Roque Barcia (1821-1885) es aún más explícito: "[...] Cuando la utilidad tuerce el buen camino, cuando es usurera, egoísta, cruel, toma distinta denominación: he aquí el lucro. [/] El lucro es el abuso, casi el delito de la utilidad". Sugiere que este matiz peyorativo proviene del latín, y para ello cita a Tácito: Valens ab lucra et quaestus infamis ("Valente se había infamado por sus lucros)". Barcia refuerza sus distingos oponiendo a cada vocablo su antónimo más preciso: "Lo contrario de la utilidad es la inutilidad. Lo contrario de ventaja, atraso. Lo contrario de ganancia, pérdida. Lo contrario de provecho, daño. Lo contrario de lucro es tener un alma cristiana".
Así, pues, ganar dinero brindando buena educación no es lucrar, mucho menos si de por medio hay emprendimiento, creatividad y responsabilidad social. En cambio, sí lucran quienes cobran por una educación deficiente.
Eduardo Llanos Melussa
Académico de la Universidad Diego Portales