Acabo de asistir en Oaxaca, capital del estado mexicano del mismo nombre, al festival folclórico más imponente del mundo: Guelaguetza, que en idioma zapoteca significa ofrenda. Su origen se remonta a la festividad precolombina dedicada a Centéotl, diosa del maíz. En la época colonial esta tradición milenaria, vinculada ya a los ritos católicos en torno a la Virgen del Carmen, cobra fuerza en el Marquesado del Valle de Oaxaca, otorgado a Hernán Cortés. Desde hace 80 años la Guelaguetza reúne en el cerro del Fortín a 16 grupos étnicos del estado, que exhiben sus danzas, bailes, música y cantos, y agradecen un nuevo ciclo de vida repartiendo frutos de sus cosechas. Es una celebración masiva, diversa en lo religioso, lo lingüístico y lo racial. La ciudad colonial entera estalla en colores, aromas y canciones, henchida de turistas de todo el mundo. Oaxaca se funde en ambiente festivo, con mercados y desfiles indígenas. Es el México profundo en que coexisten culturas milenarias americanas y la europea.
"México está en sus mercados", dice Pablo Neruda en sus memorias. Está en ellos y en este festival. Oaxaca es un estado multiétnico, el más rico en expresiones culturales, artesanales, historia y gastronomía. Oaxaca es la Roma de las Américas. Donde excavan, se topan con ruinas de civilizaciones anteriores. Es cierto que el país atraviesa una etapa difícil por la amenaza del narco, pero al sentir su vitalidad creativa, la solidez de su identidad y el peso de su cultura, que atraviesa milenios e influye en costumbres, idiomas, artes y la gastronomía de América Latina, Estados Unidos y Europa, uno tiene la convicción de que México es capaz de superar cualquier crisis. México, una de las mayores economías del planeta, mira al futuro y nutre su modernidad globalizada con su experiencia y sabiduría. Su fortaleza radica en la fuente inagotable de sus culturas.
No es fácil gobernar el estado de Oaxaca, me cuentan su alcalde, Luis Ugartechea, y su gobernador, Gabino Cué: tiene 570 municipios, la mayoría gobernados por usos y costumbres ancestrales. La región es la cuna de las civilizaciones zapoteca y mixteca, donde se hallan las imponentes ciudades de Monte Albán y Mitla, y donde en la Colonia se construyeron soberbias obras arquitectónicas, como la iglesia de Santo Domingo. El estado cuenta con 23 museos, 41 grandes galerías de arte y 41 mil artesanos registrados. Y allí la artesanía es arte. Los grandes pintores Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Rodolfo Nieto y Rodolfo Morales son oaxaqueños. Oaxaca es también el Pacífico, con sus bahías y ensenadas, balnearios como Puerto Escondido y Huatulco. 72 mil chilenos llegan a México cada año, pocos sin embargo visitan Oaxaca, donde reina gran seguridad. Con el alcalde y el gobernador acordamos impulsar los vínculos entre Chile y ese estado de tres millones de habitantes, productor de alimentos y bebidas; entre ellas, de café y de mezcal, que conquista rápidamente mercados a la sombra del tequila. Es destino excepcional para el turismo cultural y de playa, y brinda oportunidades a emprendedores chilenos. Allí nos quieren de verdad: un baile destacado de su folclor, "la chilena", se inspira en la cueca nuestra. La enseñaron los náufragos chilenos que en el siglo XIX intentaban llegar al oro de California. Seducidos por Oaxaca, se quedaron allí. La gente creó un baile alegre, sensual y pícaro, que mantiene la esencia de la cueca chilena.
Maravilla recorrer una región donde coexisten tantas culturas y lenguas. "Pero anduve entre las flores zapotecas, y dulce era la luz como un venado, y era la sombra como un párpado verde", afirma Neruda. En mi caso, si a mí me diagnosticaran que me queda un solo mes de vida, quisiera compartir esos pocos días entre mi ciudad natal de Valparaíso y la entrañable Oaxaca.