Doctora en Doctora en Economía del MIT
Académica de la Escuela de Gobierno de la UAI.
Combatir la pobreza sin saber quiénes son, ni dónde están los pobres. Invertir en nueva tecnología y no poder proyectar el crecimiento de la demanda. Reajustar el salario mínimo sin conocer la productividad. Votar en las elecciones municipales careciendo de información sobre el desempeño de las escuelas que dependen del actual alcalde. Así sería un mundo sin estadísticas: un mundo a ciegas.
Cualquier estadística no sirve, sin embargo. Los requisitos para que éstas sean confiables son grandes, entre ellos la sofisticación técnica con la que se recopilan y la independencia política de quien las levanta, ordena, publica, analiza y protege. Si bien la autoridad chilena es el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el Estado recolecta información estadística muchas veces sin pasar por él. El sistema chileno de estadísticas, y en consecuencia nuestras políticas públicas, se vería beneficiado si el Estado se tomara más en serio la labor del INE.
La sofisticación técnica requiere de muchos recursos, muchos más de los que hoy se asignan al INE. Ello no significa que sea necesariamente el INE la institución encargada de recolectar todos los datos. Pero sí sería bueno que hubiese una autoridad central que haga las veces de contraparte técnica para dar fe de la calidad de la información que se levanta.
Hoy hay una cantidad enorme de estadísticas que se financian con recursos fiscales. El Estado licita el levantamiento de encuestas y entrega la tarea al mejor postor. ¿Están capacitadas las distintas reparticiones públicas para hacer de contraparte técnica cada vez que se licita la recolección de datos? ¿Puede asegurar el Estado que estas estadísticas, que a veces levanta una empresa y luego otra por el propio proceso de licitar anualmente, sean comparables en el tiempo? Asimismo, ¿cómo podemos estar seguros de que los datos desperdigados en los rincones más insólitos del aparato estatal sean utilizados con el debido resguardo?
La autoridad estadística también debe ser políticamente independiente. Hoy el INE responde al Ministerio de Economía. Por muy serio que sea el trabajo que hace el Instituto, sobre todo ante la restricción de recursos que enfrenta, nada garantiza que no sea usado para beneficio político. ¿Está muy alta la inflación? ¿Crece poco el empleo? ¿Demasiados pobres? Sería trivial para un gobierno manejar las estadísticas, teniendo el control de los datos y ante la total ausencia de un sistema que resguarde la fe pública.
Debe parecerle exagerado pensar que un gobierno en Chile manejaría las estadísticas. Al fin y al cabo, somos un país serio, ¿no? Aun sin hacer nada tan grotesco como lo que acabo de describir, hay otras posibilidades que considerar. Por ejemplo, cada vez que el Gobierno se vanagloria por las cifras recientes de creación de empleo e insiste en que éstas superan con creces las de toda la historia de nuestra economía, olvida recordar a la ciudadanía que lo que hoy se registra como empleo es muy distinto a como se definía antes del 2010. Ello, porque con el ingreso de Chile a la OCDE, el INE hizo cambios importantes en la manera en que se recolecta la información de empleo, desde la muestra hasta el cuestionario y la definición de ocupación y desocupación.
¿Se imagina al director del INE, cuyo jefe es el ministro de Economía, saliendo a los medios a corregir a las más altas autoridades del país cada vez que hacen esta comparación errónea? Imposible. Ejemplos como éste sugieren que, a pesar de que nos consideramos un país serio, el INE debe ser un ente autónomo.
En entrevistas en los medios, el actual director del INE anunció hace unos meses un proyecto de reforma. Esta iniciativa puede convertirse en una gran oportunidad para adecuar nuestro sistema de información a las necesidades del país. Sólo con un INE auténticamente independiente y de alta sofisticación técnica podremos estar tranquilos de la calidad de la información con la que se toman decisiones para Chile y su futuro. Sin ello, nunca sabremos si estamos dando palos de ciego.