Es la primera vez que Chile asiste a una cumbre de esa magnitud: la del G20, que convocó a las principales economías del mundo a Los Cabos, en el estado mexicano de Baja California Sur. Aunque sin ser miembro del exclusivo club, nuestro país fue invitado a compartir su experiencia en el manejo económico de los últimos decenios. Hora estelar para Chile, que nunca antes alcanzó distinción mundial semejante, algo que por mezquindades de política interna no se valoró en su justa medida. Curioso, pues si bien se trató de un gran logro del Gobierno, el G20 reconoció decenios de política económica responsable, lo que enaltece a todo el país.
Sorprende presenciar una reunión en la que los grandes abordan los principales temas del planeta. Impresiona cruzarse, tropezar más bien, en los pasillos de un centro de convenciones con figuras como Barack Obama, Vladimir Putin, Wen Jiabao, Manmohan Singh, Angela Merkel, Felipe Calderón o David Cameron, que pasan sin escoltas y a veces solos. Y es emotivo presenciar el interés con que los líderes mundiales escucharon al Mandatario chileno en plenarias y reuniones bilaterales. En una etapa de turbulencia mundial, a ellos les interesa mucho conocer la visión de alguien que reúne experiencia como académico, empresario y estadista.
Pero no pretendo referirme al G20, sobre el cual la prensa mundial informó ampliamente. Deseo comentar aquí mi descubrimiento de un estado sorprendente, que casi no conocemos: Baja California Sur. En verdad, los chilenos que visitan México se concentran fundamentalmente en Cancún y la capital del país. Sólo algunos recorren otros destinos, como San Miguel de Allende, Puebla, Puerto Vallarta o los impresionantes testimonios arqueológicos mayas. La mayoría se circunscribe a los dos primeros destinos. La celebración de la cumbre en Los Cabos le permitió a México también mostrar las bondades de esa región.
¿Cuál es su atractivo? El imponente encuentro con el Pacífico de una península semidesértica y de clima subtropical, una tierra similar al norte chileno. Tiene misiones coloniales y reservas de ecosistemas, lo que atrae turismo de alto vuelo. Hernán Cortés no descubrió el mar que lleva su nombre, pero fundó en 1535 La Paz, cerca del Cabo San Lucas, donde confluyen el Pacífico y el Mar de Cortés. Jacques Cousteau denominó este mar "el acuario del mundo" por su flora y fauna. Si bien en los años 40 intentaron catapultarla John Wayne, Desi Arnaz y Bing Crosby, Los Cabos, como Cancún, es una gigantesca reinvención turística mexicana, que no tiene más de 25 años. Hoy se pasean por allí Julia Roberts, George Clooney, Cameron Diaz o Shakira. Muchos de sus hoteles y condominios obtienen agua desalinizando el mar o bien de las montañas cercanas, creando oasis de impactante belleza en medio del desierto. La península de Baja California, de mil 200 kilómetros de extensión, vive del turismo, 80 por ciento estadounidense, pero su atractivo reside en algo que en Chile aún no aprovechamos: el encuentro entre el desierto y el Pacífico.
En Chile, tanto para los viajeros que buscan parajes aún vírgenes como para los comerciantes que andan en pos de nuevos mercados, Baja California Sur es casi desconocida. Con sólo 500 mil habitantes, ese estado recibe anualmente más de dos millones de personas de elevados ingresos, que anhelan saborear los mejores vinos y productos marinos de América Latina. La cumbre del G20 reportó prestigio político para México y fue una acción magistral para instalar en la vitrina mundial los fascinantes parajes de Baja California Sur, una experiencia imperdible.