"Antes que un izquierdista, Ollanta Humala es un militar, y frente a una protesta violenta, como la del Conga, su instinto es restablecer el orden por sobre todo". Ésa fue la explicación simple que un amigo peruano me dio en Lima cuando le pregunté si el Presidente aprobaría el millonario proyecto minero de Cajamarca o sucumbiría a las presiones que pretenden paralizarlo. Humala no dudó en mandar tropas para pacificar la zona, y postergó la decisión hasta tener un informe técnico y la seguridad de que la empresa mejorará el proyecto. Los pobladores mantienen la amenaza de huelga, en espera de que el asunto se resuelva.
En 10 meses de gobierno plagados de conflictos sociales, el gobierno de Perú ha marcado una diferencia clara con los de la órbita de Venezuela y con Argentina. Hasta ahora, el Mandatario ha cumplido su compromiso de mantener el modelo económico, que tan buenos resultados le ha dado a Perú, y no sólo respetar las inversiones extranjeras, sino fomentarlas. La semana pasada, acompañado por una delegación de ministros y empresarios, Humala estuvo en Japón y Corea del Sur, promocionando proyectos para atraer a inversionistas asiáticos. Estaban equivocados los analistas (entre los que me incluyo) que fueron escépticos cuando el ex militar llegó al poder: en este lapso, el gobierno se ha ganado la confianza de amplios sectores peruanos y extranjeros.
La prosperidad se respira en las calles de Lima, el comercio está en su apogeo, los malls llenos de gente comprando y el tráfico está peor que nunca, signo de que cada día se venden más autos y el poder adquisitivo de la población aumenta. Perú ha crecido a una de las mayores tasas del mundo en los últimos años (8,8 por ciento en 2010; 6,9 en 2011, y se estima en seis para este año). Por supuesto, mucho del auge se debe a los buenos precios de las materias primas, especialmente minerales, por la gran demanda china, pero también al clima positivo para la inversión. El temor a que se replique en Perú la política expropiatoria de Cristina Fernández y Evo Morales parece no estar en el radar de los empresarios extranjeros, ni siquiera los españoles. Tanto así, que hace unos días un ministro de Rajoy, de visita en Lima, anunció que en los próximos cinco años el sector privado de su país invertirá al menos tres mil millones de dólares adicionales, sumándolos a los casi ocho mil que ya tiene en ese mercado. Los empresarios son capaces de discriminar entre naciones que les dan garantías y aquellas que no respetan los contratos.
Parece que Humala está consciente de que hay que aprovechar la buena racha económica que atraviesa América Latina, y que jugadas como las de Argentina y Bolivia pueden traer buen rédito hoy, pero ser una carga para el futuro. Si Humala quiere mantener el crecimiento, terminar con la pobreza (como ha dicho) y gastar en programas sociales, debe continuar por esta vía, sin atajos ni desvíos.