El Congreso estará al menos cuatro meses discutiendo cómo repartirse más dinero proveniente de los impuestos que pagan los chilenos. En ese período, ni un peso de mayor riqueza se habrá creado en nuestro país como producto de esta reforma.
Sin que aún se haya decidido en qué se va a gastar la plata (la información disponible sobre cuentas fiscales dice que el fisco tiene superávit y no necesita los recursos en los próximos dos años), los políticos discuten si deben ser mil, dos mil o más los millones de dólares recaudados por la reforma tributaria.
Dicen que será para Educación, pero como el dinero es fungible (un peso es igual al otro), ¿quién dice que no se usará para el déficit del Transantiago o para enfrentar aumentos de costos de Codelco?
¿Por qué es posible que se discuta con tanto desparpajo cuánta plata se les va a quitar a los chilenos para que la gasten los políticos, sin siquiera tener claro en qué se va a utilizar?
Sucede, porque hay muchos mitos que la izquierda, con la complicidad de algunos en la derecha, ha logrado instalar en nuestro país.
El primero es que las ganancias de quienes sufrirían esta exacción son ilegítimas, y el sustento de ello es que en el país habría mucha desigualdad. Se dice entonces que el 10% más rico "se apropia" (como si fuera un acto indebido) o "capta" (como si cayera del cielo) un 40% de la riqueza del país. No se dice que ellos generan ese porcentaje o que se lo ganan con su trabajo.
El segundo mito es que las empresas son ricas y las personas son pobres. Eso lleva a subir el impuesto a las empresas y bajarlo a las personas. Claro, hay muchas más personas que empresas (único criterio del populista) y la creencia es que éstas son ricas. Pero hay miles de empresas que no son ricas, y los tres puntos más de impuesto que tendrán que pagar se restan directamente de la inversión que harán en el futuro, pues esa es la única fuente de recursos de muchas pymes, que generan más del 70% de los empleos en nuestro país. Se afectará así la ocupación, perjudicando al 10% más pobre de la población, que es el que tiene más dificultades para encontrar un empleo (menos de un tercio de ellos trabaja, mientras en el decil más rico lo hace el 80%).
La señal que se entrega es pésima para el crecimiento: castiguemos a quienes producen riqueza. Una empresa se forma, contrata trabajadores y les paga un salario, paga impuestos (IVA y PPM entre otros) y recién después, si le pagaron su factura, y sus ingresos son mayores a los costos, obtiene utilidades. Ese es el blanco al cual están apuntando los políticos para extraer más recursos. Dada esta situación de precariedad en los empleos de los más pobres, es perfectamente posible que terminemos con mayor desigualdad que antes de la reforma tributaria.
El tercer mito, que han instalado algunos políticos de la Concertación, es que el Fondo de Utilidades Tributarias (FUT) es una suerte de saco de dinero donde las empresas tienen acumuladas las utilidades no repartidas. ¡Repartámoslas!, dicen. Claro, el contador ve un registro contable; Impuestos Internos una fuente para aumentar la recaudación. ¿Quién está preocupado de la creación de riqueza?
En su ignorancia, quienes proponen "repartirlo" no saben que el FUT no es más que una anotación contable, que registra el aumento patrimonial de una empresa. Una parte de ese aumento de los Activos por sobre los Pasivos (la menor seguramente) estará en caja en la empresa, otra estará en edificios y construcciones, ladrillos y cemento; otra en maquinarias y equipos, marcas, licencias.
En el sueño húmedo de algunos políticos de la Concertación, una verdadera reforma tributaria "repartiría" el FUT acumulado en las empresas. Se habla de miles de millones de dólares para alimentar esta repartija. Ignoran, porque probablemente jamás han pagado un PPM, que repartir el FUT significaría algo así como que cada chileno se lleve para la casa un ladrillo del edificio donde trabaja, desmantelándolo y destruyendo su fuente de trabajo y la creación de riqueza en nuestro país.