Parque de las Palapas, principal plaza cívica de la imponente Cancún: centenares de cancunenses repletaron el fin de semana pasado este sitio para acudir a una exhibición de bailes folclóricos chilenos y mexicanos, organizada por la alcaldía de la ciudad y el Consulado Honorario de Chile en el estado de Quintana Roo. La masiva actividad tuvo lugar en el marco de las jornadas culturales por el 123° natalicio de Gabriela Mistral y el 90° aniversario de su arribo a tierras mexicanas.
Pocos recuerdan en Chile que la Nobel llegó a México en 1922. Lo hizo por invitación del destacado intelectual y educador de la entonces joven revolución mexicana, José Vasconcelos. La tarea de la poeta: contribuir a la formulación de la enseñanza literaria de los niños mexicanos. Gabriela encontró un país que no sólo la acogió como artista y maestra, sino que influyó también poderosamente en su poesía y su forma de concebir América Latina y sus retos educativos y sociales.
El afecto y la gratitud de los mexicanos hacia Gabriela superan nuestra imaginación: tanto el gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge, como el alcalde de Cancún, Julián Ricalde Magaña, así como medios de prensa, artistas e intelectuales, y académicos de la Universidad del Sur celebran a la Nobel. Uno sabe que Gabriela es chilena, pero en México constata que también es mexicana: sospecho que en México hay más escuelas que llevan su nombre que en Chile, y que los niños mexicanos recitan más poemas de Gabriela que los nuestros.
La Nobel es anterior a la ciudad de Cancún, que fue fundada en 1970 y hoy tiene un millón de habitantes, vive del turismo y devino principal destino turístico del Caribe. Quintana Roo cuenta con 80 mil camas, es decir, su capacidad de alojamiento es superior a la de los principales países de la región (República Dominicana, Cuba o Jamaica). Con 6,5 millones de turistas por año (México recibió cerca de 23 millones en 2011), Quintana Roo recauda un tercio de los ingresos turísticos de México, un gigante mundial en ese ámbito. Cada año, 60 mil chilenos aterrizan en Cancún, ciudad donde laboran 600 compatriotas, muchos de ellos exitosos profesionales y emprendedores.
La principal fortaleza de la costa caribeña de México consiste, a mi juicio, en los testimonios arqueológicos de la cultura maya. Junto a la magnificencia de sus playas y moderna infraestructura, descuellan las pirámides y centros ceremoniales de esa gran civilización, algo que convierte al estado en destino caribeño incomparable. Otro rasgo fascinante de Cancún es que sus creadores aún viven: tanto los que la construyeron entre el mar y la espesa selva, como aquellos que la concibieron en una acción mancomunada entre sector público y privado. Sigfrido Paz es un pionero legendario de Cancún. Él recuerda cómo la ciudad fue trazada desde el aire y construida palmo a palmo para crear puestos de trabajo en una entonces alicaída península de Yucatán. En esos años, me dice, los bancos no creían que la intrincada jungla pudiese acoger a una ciudad moderna y millones de turistas.
Una ciudad de sólo 42 años tiene esa peculiaridad: sus fundadores y constructores aún recorren sus avenidas con cocoteros y playas turquesa, al igual que la poesía de una chilena de zona árida que murió antes de que Cancún naciera, pero que es citada y celebrada por su joven población: Gabriela Mistral.