Luego del acuerdo que el Gobierno había alcanzado con los dirigentes sociales de Aysén, que indudablemente mejoraba su posición en relación al largo período previo en que se mantuvo el conflicto, este logro se ve empañado por la renuncia del ahora ex ministro de Energía, Rodrigo Álvarez.
El tema importa, más allá de la consideración personal que se pueda tener por el afectado y la buena opinión acerca de su trayectoria política, que en general existe entre sus pares; porque estaría nuevamente indicando la existencia de fallas en la conducción política del gobierno del Presidente Piñera. Incluso podría poner dificultades a la feliz conclusión de las negociaciones que están por realizarse en relación a las peticiones de los aiseninos. Por eso es pertinente, desde una perspectiva pública, ahondar en las circunstancias del alejamiento de su cargo del ex diputado de la UDI.
Rodrigo Álvarez ha señalado que su renuncia no responde a razones personales sino a motivos políticos. Pero del tenor de su declaración al renunciar, y de las informaciones que se conocen acerca de las circunstancias que rodearon su dimisión, no queda completamente claro cuáles son esas razones. ¿No está de acuerdo Rodrigo Álvarez con los beneficios que el Gobierno en última instancia ofreció al movimiento de Aysén por considerarlos excesivos? ¿Es de la opinión de que se relajó inconvenientemente la restricción que había impuesto el Gobierno en el sentido de no negociar mientras permanecieran alteraciones al orden público? ¿O, por el contrario, opina que las demandas de los dirigentes encabezados por Iván Fuentes eran justas y abordables, y el Gobierno debió, en consecuencia, haberlas aceptado antes? Si este último es el caso, ¿no debió él haber renunciado antes? Las hipótesis anteriores constituirían, sin lugar a dudas, causales que dan cuenta de diferencias de fondo entre el ex ministro y el Gobierno, que pueden llevar con fundamento a una decisión de naturaleza política y no personal.
No estamos poniendo en duda acá el que el ex presidente de la Cámara de Diputados tenga buenas razones para renunciar. En efecto, como lo señala en su declaración, la solución a la que se llegó y las circunstancias en que ésta se produjo, reducían enormemente su capacidad de actuar como ministro en el futuro. Por otra parte, él señala que su exclusión pudo ser necesaria, pero hay formas que se deben necesariamente guardar, lo que es del todo razonable; aunque existen versiones distintas acerca de cuándo se enteró el ex ministro Álvarez del nuevo curso de acción que seguía el Gobierno en la solución del conflicto. Con todo, buenas razones para renunciar tenía.
No son del todo claras, no obstante, las circunstancias de esta renuncia, ni su motivación principal. Y como resultado de ello, se vuelve a poner en entredicho la capacidad del equipo político de La Moneda.
Aún sin toda la información es posible aventurar opiniones, aunque sea en carácter de meras hipótesis, acerca del proceso de toma de decisiones al interior del Gobierno; en particular cuando éstas se refieren a conflictos de carácter social.
Pareciera haber dificultad en el Gobierno para empoderar suficientemente a los ministros que deben negociar con los actores sociales. No es sólo este episodio, sino otros anteriores, los que avalan esta afirmación.
Queda la impresión, también, de que los conflictos se alargan más allá de lo conveniente por la tendencia a negociar hasta el cansancio. En lugar de una definición clara de las posiciones finales a las que se está dispuesto a llegar en cada caso, pareciera prevalecer una suerte de naturaleza transaccional en este gobierno. La estrategia sería, así, la negociación.
Lamentablemente, falta información para formarse un cuadro más claro acerca de la actuación del equipo político en esta negociación. Lo probable es que algunos estén cargando con culpas ajenas en este episodio, y que, más que ante una renuncia por razones políticas, estemos frente a la renuncia de un político.