Los acontecimientos piden ser narrados. Cuando se supera, todo cataclismo se convierte en relato: nadie sobrevive en silencio.
La lectura es como el paracaidismo. En circunstancias normales sólo unos espíritus arriesgados la practican, pero en emergencias le salvan la vida a cualquiera.
¿Qué determina una buena historia? Hay temas que en sí mismos son importantes: la guerra, el exilio, la orfandad. Lo misterioso es que sea posible atrapar la atención con asuntos donde no se sufre tanto.
La arena elemental de la que surgen las historias es el sentido de la consecuencia. Las cosas pasan por algo. E. M. Forster lo explica con misteriosa claridad en Aspectos de la novela . Si alguien dice: "murió el rey y luego murió la reina" estamos ante una anécdota curiosa que revela la pobre higiene de la casa real. En cambio, si alguien dice: "murió el rey porque murió la reina", estamos ante una historia, ante la fuerza magnética de que haya causas: una cosa ocurre porque sucedió otra.
Los mejores cuentos sorprenden de manera lógica. Un buen desenlace resulta inesperado; sin embargo, al mismo tiempo eso es congruente con lo que había pasado antes y con la psicología de los personajes.
En su cuaderno de notas, Chéjov dejó un apunte que Ricardo Piglia incluye en sus "Tesis sobre el cuento". El tema es sencillo y perturbador: un hombre va al casino, gana una fortuna y se suicida. Lo normal sería que, al saberse millonario, el personaje fuera feliz y se trivializara bebiendo champaña. ¿Qué lo lleva a matarse por triunfar? Establecer la lógica entre el éxito y el castigo -la consecuencia oculta- permitiría escribir el relato.
Todos hacemos cosas raras. Desde el punto de vista literario, lo importante es que el desacuerdo entre el sentimiento y la conducta tenga un móvil significativo. ¿Por qué se mata el hombre que ganó? La respuesta depende de descubrir por qué el éxito lo lastima.
En 2003 ó 2004 escuché una conferencia de Alain Robbe-Grillet, en el Instituto Francés de Barcelona, en la que hizo una observación reveladora. Se declaró discípulo de la novela policiaca, pero no en la clave de Poe, sino en la de Sófocles. De pronto, el trágico del siglo V a. C. era asociado con la gabardina y la cara desvelada del detective.
En toda trama policiaca hay un investigador, un culpable y una víctima. Sófocles demostró que los tres pueden ser la misma persona. Edipo se considera víctima de un delito, lo investiga y se descubre culpable.
Toda historia involucra esas fases, aunque no sea policiaca (el reparto de culpas mejora cuando no se basa en daños criminales sino morales o psicológicos).
El desajuste entre las motivaciones y los hechos representa un enigma. Desde su propia perspectiva, un personaje es alguien que padece. Lo primero que los gitanos dicen al leer la mano es: "usted ha sufrido mucho". Una sabia lección narrativa: ¿cómo no creerle a quien conoce nuestro dolor? También Edipo comienza sintiéndose víctima.
Para que haya relato es necesario buscar algo; la trama es una línea de investigación. Edipo indaga un crimen. Al hacerlo, descubre una parte de su vida que le había sido ocultada. Se entera de que la mujer con la que ha procreado es su madre. Para perfeccionar la tragedia, ella se suicida y él se saca los ojos. Sólo así deja de ser testigo de lo que ha explorado hasta la aniquilación.
Como Edipo, todo relator es "culpable" de literatura, no puede ser ajeno ni indiferente, narrar es participar. En Antígona , Sófocles dramatiza la tensión entre la conducta pública y la privada: la protagonista desea celebrar los funerales de su hermano, enemigo de la ciudad. Sus emociones son tan genuinas como las de la época, pero ambas se oponen. En Edipo Rey esta encrucijada es interior. La moral pública y la pasión íntima chocan dentro del personaje.
Los impulsos, las corazonadas y el azar producen acciones cuya verdadera lógica es retrospectiva. Las buenas historias se entienden de atrás para adelante.
¿Por qué hacemos lo que hacemos? Una emoción, un recuerdo, un impulso nos lleva a actuar así. En efecto, reaccionamos de manera extraña. Más extraño aún es que eso tenga explicación, es decir, historia.
Fue lo que descubrió Edipo, primer investigador privado.