Si Sebastián Piñera hubiese propuesto en 2009 cambiar el sistema binominal y aumentar los impuestos no sería Presidente de Chile. Así de claro.
¿Significa esto que hoy día, siendo Presidente, no es legítimo que lo proponga? No, pero sí exige que tenga muy buenas razones para hacerlo. Tan buenas que convenzan a quiénes le dieron su apoyo para que fuera el candidato ganador en las elecciones presidenciales.
A fin de cuentas, de eso se trata la política, de convencer y de liderar para así administrar el poder.
Y resulta que las directivas de Renovación Nacional, partido del Presidente Piñera, y la UDI, partido mayoritario de la coalición, aparentemente no estaban de acuerdo con estas dos medidas. ¿Complicado no?
El desfile de ex Presidentes de la República por La Moneda, declarando todos a la salida que hay que aumentar los impuestos y cambiar el binominal, se interpretó como una presión que el Presidente Piñera estaba imponiendo a sus propios partidos. La agenda política aparecía así, una vez más, pauteada por la Concertación.
Creíamos que esta diferencia entre el Presidente y sus partidos se había resuelto por la vía de postergar el debate sobre el sistema electoral y discutir lo que se llamó perfeccionamientos tributarios, que fue lo que se anunció luego de una reunión entre los ministros políticos y los presidentes de partidos oficialistas. Aparentemente se calmaban las aguas.
Pero pasaron dos cosas: por una parte el Presidente Piñera intempestivamente manifestó su deseo de que las fuerzas políticas se pusieran de acuerdo sobre cambios en el sistema electoral. Por otra, al interior de RN algunos parlamentarios insistieron en la conveniencia de cambiar el binominal, incluso suscribiendo documentos y apareciendo en este afán aliados a políticos de la Concertación.
Esto colmó la paciencia del Presidente de RN, Carlos Larraín. Y es ahí donde aparece el sorpresivo acuerdo RN-DC para proponer cambios al sistema político, en el sentido de establecer un semipresidencialismo, que además instaure un sistema electoral proporcional corregido y cambios al gobierno regional y municipal.
Una propuesta a todas luces en estado embrionario, cuyo contenido claramente está incompleto y tiene consecuencias imprevisibles. Una maniobra de una audacia no vista últimamente en la política chilena y que representa un brutal desafío del presidente de RN al Presidente de la República. Su As y dos más.
Desconcierto en el Gobierno, y una soterrada indignación. Declaraciones del vocero confirman que no estaban enterados. Molestia en la UDI, que aparece aislada en la defensa del sistema binominal e insinúa que esto puede afectar su pacto electoral con RN.
¿Cómo es posible que la coalición gobernante haya llegado a este estado de cosas?
Las razones son dos: claras, precisas e innegables.
Una: el gobierno del Presidente Piñera no tiene un proyecto político propio, baila al son de las ideas y propuestas de la Concertación, de los dictados de las encuestas y de lo que circunstancialmente aparece conveniente para sus índices de popularidad. Y eso desconcierta, desmoraliza y molesta a sus partidarios, que perciben un Gobierno cada vez más débil y menos convocante.
Dos: no hay confianza entre el Gobierno y los partidos de la centroderecha. La prueba más clara es que se buscan acuerdos con la oposición antes que al interior de la propia coalición.
¿Cómo se arregla este entuerto? Difícil. Esto se arrastra ya por mucho tiempo y no hay al interior del Gobierno señales de que vaya a cambiar.
La falta de convicciones, la tendencia al populismo y el miedo a las encuestas parecen estar ya instalados en el ADN de este gobierno. La multiplicidad de iniciativas positivas, la gestión diligente, los avances en diversas áreas se oscurecen por la insistencia suicida en seguir bailando al son de la música que ponen los adversarios.
Y la confianza, una vez que se ha roto, es muy difícil de recomponer. ¿Cuál será la próxima jugada en este juego? Vaya uno a saber.