Al calor del capitalismo mundial y de la crisis, esclavos de nuestros créditos y tarjetas, no tenemos ni idea de cuán felices somos.
Usted y yo estamos aquí, terminando el año, llenos de cosas pendientes y, además, con la perspectiva de las fiestas, que ocurren siempre a destiempo, ¿no se podrían pasar a otro mes, a mediados de julio, por ejemplo? En Roma, Buenos Aires, París o Santiago, a usted y yo nos pasa más o menos lo mismo: otra vez la Navidad, qué vamos a regalar a quién, dónde nos reuniremos, qué haremos el 31. Y seguramente, usted, como yo, durante esta semana, habremos deseado que este período agitado pase pronto, pues, como siempre, salimos de compras a último minuto y nos tuvimos que mezclar con las multitudes de personas que, como usted y yo, abarrotan tiendas y supermercados. En otras palabras, usted y yo estamos agotados y necesitamos unas vacaciones. Pero usted y yo, aunque no lo sepamos, somos felices. Al calor del capitalismo mundial y de la crisis, esclavos de nuestros créditos y tarjetas, no tenemos ni idea de cuán felices somos. No poder ser enteramente conscientes de la propia circunstancia es terriblemente humano. Pero a veces hay destellos que nos permiten medir nuestra felicidad, casera, mediocre, insatisfecha, pero felicidad al fin y al cabo.
Por ejemplo, en estos días, al otro lado del mundo, acaba de fallecer Kim Jong-il, conocido como el "Querido Líder" de Corea del Norte. El "Querido Líder", según la hagiografía oficial, nació en la montaña sagrada de Paektu y su venida al mundo "fue anunciada por un doble arco iris y la aparición de una nueva estrella en el firmamento". Obviamente, el "Querido Líder" -hijo del "Gran Líder", Kim-il Sung, fundador de Corea del Norte-, ya antes de hablar dio muestras de "una inteligencia asombrosa, un agudo poder de observación, una gran capacidad de análisis y una perspicacia extraordinaria". Estos atributos le permitieron consolidar la magnífica obra del "Gran Líder": mantener a su país como una de las naciones más cerradas y bárbaras del planeta y, además, dotarlo del arma nuclear, con la que amenaza desde hace unos años a Corea del Sur -con la que está técnicamente en guerra desde hace más de sesenta años- y a quienes se le "opongan" en su camino. Según informes de Amnesty International, existen actualmente al menos doscientos mil presos políticos en Corea del Norte, cincuenta mil de los cuales -hombres, mujeres y niños- se encuentran en el temible campo de Yodok. Allí, pero podemos suponer que en los otros campos también, se "reeduca" a los sujetos aquejados de falta de fe mediante "técnicas pedagógicas" como golpes en la cabeza hasta hacerles saltar los ojos de las órbitas oculares y encierros de meses en jaulas en las que los detenidos no pueden permanecer ni acostados ni de pie.
Según el recientemente fallecido Vaclav Havel y Elie Wiesel, el régimen ha eliminado a más de cuatrocientas mil personas en los últimos decenios. Y las "técnicas pedagógicas" han llegado a extremos de refinamiento: se sabe de la implementación de cámaras de gas vidriadas, donde los científicos asisten en directo a la ejecución de familias enteras. Eso es investigación y desarrollo, digo yo. Aparte de estas bondades, se estima que la hambruna que asoló al país durante la década de 1990 dejó alrededor de dos millones de muertos y cerca del cuarenta por ciento de los niños padecen de desnutrición. Para la felicidad del género humano, el "Querido Líder" -gran aficionado al vino, los puros, la buena mesa y las mujeres, según habladurías de gusanos anticomunistas que han podido escapar del país- antes de morir tuvo tiempo de entronizar a su hijo Kim Jong-un, bautizado como el "Gran Camarada". Un cocinero desertor afirma que el "Gran Camarada" es amante de las películas de artes marciales. Es todo lo que se sabe de él.
De Corea del Sur nos llegan decenas de películas, obras de arte y quienes han estado en Seúl hablan de una capital llena de multitudinarias librerías. De Corea del Norte: silencio y horror. Por eso, no se arrepienta de haberse mezclado con la multitud (son sus iguales), de haber sudado, pagado, organizado la fiesta y este 31, cuando descorche la champaña, piense cuán dichoso sería un coreano del norte si usted le permitiera vivir sólo quince minutos de su vida.
Según informes de Amnesty International, existen actualmente al menos doscientos mil presos políticos en Corea del Norte.