Las empresas chilenas están siguiendo un camino de internacionalización que puede tener un efecto significativo en el crecimiento de mediano plazo. Los proyectos divulgados en las juntas de accionistas del mes pasado mostraron que el 60% de la inversión anunciada es para crecer fuera de Chile. Esto representa un paso central para que la economía nacional pueda recuperar el impulso que le falta y así alcanzar el desarrollo en el horizonte de esta década.
En el sector privado, la internacionalización tiene un alcance amplio: las empresas forestales se convierten en jugadores de escala mundial; el retail sigue consolidando su posición en América Latina; las empresas vitivinícolas, industriales y de servicios están diversificando sus operaciones. Los principales destinos de la inversión anunciada serán Brasil, Perú y Colombia, pero varias empresas ya están incursionando en países desarrollados.
Esta tendencia permite salvar las restricciones que impone el tamaño del mercado interno y la distancia de los centros de consumo, factores que impiden aprovechar las economías de escala y obtener todo el provecho de las capacidades que existen en el país. También abre las puertas para incursionar en actividades de mayor valor, como la distribución, la logística y la comercialización de los bienes y servicios, en los que hemos logrado una posición competitiva sólida. Además, por este camino nos acercamos a la frontera tecnológica y a la necesidad de incrementar el esfuerzo de innovación para sostener el crecimiento de la productividad.
La diversificación de las inversiones es también un camino seguro para amortiguar los riesgos cambiarios y de mercado, del mismo modo como a nivel macroeconómico los activos del país en el exterior (que son superiores al tamaño del PIB) son un puntal para la estabilidad. Probablemente, la apreciación del peso en los últimos años fue uno de los gatillos que aceleró el interés de mirar hacia otros mercados y ahora estamos cosechando los frutos.
Profundizar la internacionalización plantea desafíos a las políticas públicas, partiendo por comprender que estas inversiones son un ingrediente clave para el crecimiento del país. El Gobierno se ha movido hasta el momento con muchas metas y con poca estrategia, lo que podría pasarnos la cuenta. Si bien esta tendencia se afirma en nuestras ventajas competitivas y en las empresas más exitosas, para consolidarse debe extender su alcance hacia otros ámbitos de la sociedad, incluyendo el propio Gobierno, las empresas medianas y las universidades.
En este contexto, la internacionalización de las empresas medianas ayudaría a consolidar las inversiones que han realizado las empresas grandes, pero ellas enfrentan mayores restricciones de financiamiento e información para invertir afuera. Esto plantea la necesidad de revisar y eventualmente ampliar los requisitos de las políticas de financiamiento que están exclusivamente orientadas a inversiones en el país y desarrollar programas de información que permitan reducir los riesgos de instalarse en el exterior.
Otros actores relevantes en este proceso son las universidades y los centros de estudio, en el sentido del intercambio de estudiantes y en el desarrollo de programas con una perspectiva más global. El conocimiento de idiomas y de las culturas locales son fundamentales a la hora de hacer negocios en otros países; pero menos del 1% de nuestros estudiantes universitarios son extranjeros, lo que contrasta con más de 10% en los países desarrollados. Corregir este déficit plantea desafíos tanto a las instituciones de educación superior como a las políticas del Gobierno.
En síntesis, las empresas chilenas están avanzando con decisión por un camino promisorio para dinamizar el crecimiento del país, pero para aprovechar todo su potencial debemos incorporar a otros actores a este proceso, partiendo por el propio Gobierno.