La visita del Presidente de los Estados Unidos a nuestro país es un logro del gobierno de Sebastián Piñera y su política exterior. Ya las giras de Piñera a Europa tuvieron una excelente cobertura en la prensa mundial y permitieron posicionar a la actual administración chilena en el contexto internacional.
Todo ello habla bien de la labor de la cancillería dirigida por Alfredo Moreno, pero también es un tributo a la trayectoria de Chile en el último tiempo, que le ha permitido convertirse en un referente dentro de Latinoamérica, hasta el punto de que es uno de los tres países considerados por Estados Unidos en la gira de Barack Obama. Así lo reconoce el gobierno norteamericano en su programación de la visita.
Pero la venida de Obama nos brinda, además, la posibilidad de mirar un poco hacia afuera; siempre es bueno hacerlo para luego volver la vista hacia adentro y ver las cosas de una manera un poco distinta. Y es que solemos ser un poco provincianos los chilenos y a veces creemos que nuestras discusiones domésticas -miren si no a La Florida- tienen más importancia de la que realmente revisten.
Así, el drama que vive hoy día Japón, la magnitud de la destrucción, la reacción de sus ciudadanos, nos permiten ponderar mejor nuestros propios desastres; para concluir, por ejemplo, que acá la infraestructura responde bastante bien a los embates de la naturaleza y que, sin embargo, somos menos disciplinados que otros para reaccionar y más exigentes en la búsqueda de culpables y rápidas soluciones.
En un ámbito completamente distinto, la ola de revueltas populares en varios países árabes de prolongados gobiernos autoritarios nos permite también reflexionar acerca de las características de nuestra propia transición a la democracia, tan vapuleada por algunos.
Y si miramos a los Estados Unidos, vemos que es la principal economía del mundo, y seguirá siéndolo por muchos años, luego de recuperarse de una tremenda crisis financiera. Vemos también una democracia que es un paradigma de la libertad y que eligió un modelo que privilegia las oportunidades por sobre la protección social.
Los trabajadores de ese país tienen uno de los estándares de vida mejores en todo el orbe y, sorprendentemente para algunos, no tienen código laboral, porque los contratos del trabajo se rigen por la ley común que regula la relación entre dos partes. La participación laboral de la mujer en Estados Unidos llega al 70%, contra el 41% de Chile; y, claro, ellas no tienen subsidio posnatal.
El sueño americano no es obtener del Estado un beneficio o una pensión que permita vivir sin trabajar el resto de sus días: es emprender un negocio o contribuir a una obra que llenará de satisfacción y orgullo.
Con ocasión de la visita de Obama, nuestro país firmó el viernes recién pasado un acuerdo de cooperación entre ambas naciones para el estudio de la energía nuclear. Recién ocurrido el episodio de la planta de Fukushima, cuyas consecuencias aún no es posible dimensionar, surgieron entre nuestros políticos voces oponiéndose a la firma de dicho protocolo. Una posición bastante demagógica; si hay una manera de evitar riesgos de contaminación nuclear, es realizar acabados estudios, con acceso a la mejor información disponible en el mundo, acerca de la seguridad que una eventual planta de energía nuclear localizada en Chile podría alcanzar.
La firma de este acuerdo no significa que Chile vaya a optar por energía nuclear: simplemente se trata de estudiar mejor el tema para decidir en el futuro. Parece desproporcionado, entonces, que Carolina Tohá, una dirigente habitualmente ponderada, llegue a afirmar que hay "razones oscuras" tras el acuerdo de cooperación.
Y ya en lo anecdótico, la visita del Presidente Obama ha motivado la queja del diputado Marcelo Díaz porque hay más parlamentarios de la Alianza que de la Concertación invitados a la cena ofrecida al ilustre dignatario. El que el gobierno de Piñera haya tomado algunas banderas de la Concertación no debiera hacerlos pensar que son nuevamente dueños de casa en La Moneda.