La participación de la mujer en la fuerza de trabajo aumentó de 31% en 1990 a cerca de un 45% en el presente, lo que constituye un paso notable para nuestro anhelo de convertirnos en una sociedad verdaderamente desarrollada. Sin embargo, este logro ha ido de la mano de un fuerte descenso en la tasa de fecundidad (promedio de hijos por mujer) que pasó de 2,6 en 1990 a cerca de 1,8 en la actualidad (por debajo de la tasa de reemplazo de la población).
Estudios realizados en países desarrollados permiten concluir que la menor fecundidad está lejos de ser una consecuencia inevitable del desarrollo y que más bien se debe a la dualidad con que funciona el mercado de trabajo en Chile, lo que agrega otro argumento para enfrentar uno de los mayores desafíos de nuestro progreso económico y social.
La dualidad en el mercado de trabajo se expresa en que un grupo importante de personas (principalmente jóvenes y mujeres) accede preferentemente a ocupaciones de corta duración, mientras el resto logra mantener su empleo por períodos más prolongados. La movilidad entre estos dos grupos es escasa, lo que significa que la experiencia laboral para algunos es inestable y para otros es estable.
Por ejemplo, más de la mitad de las mujeres de entre 20 y 30 años participan en la fuerza de trabajo, pero tienen una tasa de desocupación que es un 60% mayor que el promedio nacional y, entre las que están ocupadas, más de un 40% tiene una ocupación en la que ha permanecido menos de un año.
Una consecuencia de este fenómeno es el menor crecimiento de la productividad, porque en el segmento de alta rotación se desaprovecha el aprendizaje en el trabajo y hay menor interés de las empresas para invertir en capacitación.
La inestabilidad de la experiencia laboral de estos grupos tiene efectos sociales negativos, como la disminución de la fecundidad, que es uno de los determinantes del crecimiento de largo plazo de la población y de la economía. A su vez, este efecto es mayor cuando la inseguridad laboral no sólo afecta a la madre sino también al padre.
Este desafío se debe enfrentar, por una parte, mejorando la experiencia laboral de las mujeres y, por la otra, reduciendo la dualidad del mercado del trabajo. Con respecto a lo primero, la Comisión "Mujer, Trabajo y Maternidad" planteó una serie de iniciativas orientadas a facilitar la participación laboral de la mujer por medio de desligar el costo de la maternidad de su contrato y asegurar el mejor cuidado de los hijos para conciliar familia y trabajo.
Entre las propuestas está la de extender el subsidio maternal; garantizar el acceso a sala cuna y flexibilizar el permiso de pre y posnatal.
Sin embargo, si queremos integrar a las mujeres al trabajo sin afectar la fecundidad, estas políticas deben ir acompañadas de otras que enfrenten la dualidad del mercado del trabajo, para lo cual se debe idear un sistema de protección que integre de mejor manera la indemnización y el seguro de desempleo sin discriminar por el tipo o duración del contrato.
Esta protección tomaría la forma de un contrato único, que aumenta sus beneficios en forma continua y paulatina con la duración del empleo, permitiendo que todos los trabajadores accedan a ellos, lo que permitiría reducir la actual inestabilidad de la experiencia laboral de los jóvenes y de las mujeres
En síntesis, Chile enfrenta el desafío de reducir la dualidad en el mercado del trabajo, mejorando las perspectivas de los trabajadores, pero también disminuyendo la incertidumbre de la experiencia laboral.
Los efectos en el crecimiento de largo plazo vienen por el aumento de la tasa de participación, la mayor productividad y la recuperación de la tasa de fecundidad. Estas reformas son lentas, porque necesitan de un ambiente que integre a los diferentes actores, lo que provoca una tendencia a postergarlos. Debemos aprovechar el actual dinamismo de la ocupación para plantear estos temas y buscar acuerdos que beneficien a la sociedad en su conjunto.