La sensación térmica de la campaña hizo especular a muchos, incluido este columnista, con las posibilidades de Marco Enríquez-Ominami de amagar a estas alturas el segundo lugar de Eduardo Frei en la carrera presidencial. La encuesta CEP, una suerte de oráculo de Delfos de estos tiempos, ha dicho categóricamente que no. El candidato de la Concertación llega a un 30% en primera vuelta, acortando la brecha con Sebastián Piñera, que obtiene 37% y relegando a Enríquez- Ominami al tercer lugar, con un 13%. Eso dice la encuesta de urna del CEP, la de mayor poder predictivo de las que se hacen en Chile. En segunda vuelta, la ventaja de Piñera, 41 a 39%, da cuenta de un desenlace muy estrecho.
Esta conclusión, apretada definición en segunda vuelta, se valida si hacemos una lectura razonada de la encuesta; en particular, examinando aquellas preguntas referidas a los atributos de los candidatos, los principales problemas que enfrenta el país y la evaluación de los personajes políticos. La elección entonces está abierta, y tanto Piñera como Frei pueden ganarla. Cada comando, por supuesto, sacará sus propias cuentas -alegres, la mayoría de ellas-, para concluir en las altas posibilidades de triunfo de su candidato.
Pero habrá también quienes en la derecha estarán desilusionados de los resultados de la encuesta CEP. Este sentimiento será especialmente fuerte en aquella derecha que yo no llamaría derecha política ni derecha económica, distinción habitual en el pasado, sino derecha social. Es la misma que afirma que no es malo que gobierne la Concertación, porque la Alianza hace una oposición más responsable; son también quienes aceptan de buenas a primeras el argumento de que las fuerzas sociales de la izquierda harían al país ingobernable bajo la presidencia de Piñera u otro abanderado de la Alianza. Esta actitud puede tener una inspiración muy noble, incluso patriótica, pero no resulta difícil concluir que con esa mentalidad es imposible ganar una elección, y, por lo mismo, quienes la tienen no pueden constituirse en la base de apoyo de una candidatura. Quizás no han comprendido cabalmente que el gran proyecto de sacar a la Concertación del gobierno es un proyecto para mejorar la suerte de los pobres de este país; para permitirles, dejando atrás el crecimiento mediocre, tener mejores oportunidades de trabajo y un futuro auspicioso para sus hijos; para sacarlos del confinamiento a que los tiene sometidos la falta de seguridad en las calles.
Un cierto desdén por el trabajo político puede haber llevado a parte de la derecha a ilusionarse un día con que Piñera (o casi cualquier otro candidato del sector) podía ganar holgadamente la próxima elección, simplemente porque le iban a dejar despejado el camino para llegar a La Moneda; así de fácil, como a veces se presenta la vida para algunos.
Pero las cosas en política no son así. La centroderecha debe ganarse su derecho a gobernar, y hay hechos objetivos para ser optimistas frente a sus posibilidades de triunfar esta vez. Veamos: Primero, nunca antes en la encuesta CEP el candidato opositor estuvo por encima del de la Concertación a seis meses de la elección. Segundo, la proyección estadística de la segunda vuelta si consideramos sólo los votos válidamente emitidos es Piñera 51,25% y Frei 48,75%. Tercero, si bien Marco Enríquez no mostró una gran adhesión en la encuesta, ella es suficiente para mantener su candidatura hasta el final, porque si Frei pierde en definitiva, él quedará posicionado para ser el líder de una nueva izquierda. Tiene, además, un 48% de evaluación positiva, el tercero luego de la Presidenta y Andrés Velasco, y superando incluso a Piñera y a Frei. Esto le asegura crecimiento y creará roces y problemas en lo que queda de la campaña, y eso no le hace bien a la candidatura de Frei.
El próximo 13 de diciembre, Sebastián Piñera tiene la primera opción para liderar las preferencias de los votantes. La diferencia que obtenga en la primera vuelta depende del trabajo que haga de aquí a esa fecha, y será uno de los factores importantes para determinar su opción de imponerse en la segunda vuelta. Hacen falta todavía muchas horas-hombre, arduo trabajo en terreno, algo de inspiración y mucho de transpiración. De ninguna manera será una tarea fácil, pero es una tarea posible, que llevaría a la centroderecha a transitar por el camino que, hace algunos años, comenzó a abrir Joaquín Lavín en la política chilena.