La volatilidad financiera se ha aplacado, las cifras muestran que la actividad económica se estabiliza y que las expectativas de los consumidores e inversionistas mejoran. Es prematuro cantar victoria y pensar que ya dejamos atrás la zona de riesgo: todavía hay indicadores que están deteriorándose y la recuperación de la gran recesión será lenta y con múltiples escollos. Pero tampoco podemos ser ciegos al cambio en la tendencia, que nos permite evaluar la forma en que estamos jugando este difícil partido y enunciar algunas observaciones respecto de lo que viene. En este análisis sobresale la acertada estrategia que ha seguido el Gobierno ante la crisis, la que contrasta con las malas experiencias del pasado. Mientras en el promedio de los últimos cien años cualquier volatilidad internacional se amplificó en 2,5 veces en Chile, ahora lo está haciendo en una proporción menor a una vez. Esto refleja el enorme beneficio de tener instituciones sólidas, reglas de políticas que combinen credibilidad con flexibilidad y equipos de excelencia que las puedan ejecutar.
En las semanas recientes este diagnóstico ha sido ratificado por importantes medios internacionales, como The Wall Street Journal y Financial Times, que han reconocido la prudente conducción económica de Chile desde el estallido de la crisis financiera global, destacando la manera en que soportó las presiones para que se gastaran los recursos obtenidos por el alto precio del cobre. Lo mismo se refleja en el alto apoyo que ha recibido el ministro de Hacienda en las últimas encuestas y la amplia aprobación que los chilenos le otorgan a su manejo económico.
Esta gestión refleja la continuidad de varias décadas de reformas y modernizaciones, y el anuncio de la pronta incorporación de Chile a la OCDE es un hito que coronará los esfuerzos realizados. La semana pasada, el secretario general de dicho organismo calificó de ejemplar la conducción económica de Chile. La adhesión a esta organización nos abre nuevas oportunidades para intercambiar experiencias con las economías más avanzadas y perfeccionar nuestras políticas e instituciones adoptando las mejores prácticas internacionales. Sin duda, hay áreas pendientes para alcanzar el desarrollo, pero estos logros nos permiten seguir impulsando nuestra competitividad en áreas clave como los recursos humanos, la innovación, la gestión del Estado y la colaboración público-privada.
En relación con el corto plazo, hay señales de mejora en la economía de todas las regiones, la actividad de Estados Unidos dejó de caer, la producción industrial aumenta en Japón, la demanda de los consumidores crece en Alemania, y el crecimiento se presenta sólido en China e India. También los precios de los activos financieros y las materias primas se mueven al alza. Este panorama no anticipa una recuperación en forma de "V", como se podría desprender de las fuertes recesiones de posguerra; sin embargo, aleja el riesgo de un fenómeno en forma de "L", como auguraban los más pesimistas.
La buena noticia es que se puede tener recuperación de la actividad real a pesar de que el sector financiero de los países desarrollados no se estabilice del todo y los flujos de crédito continúen débiles. La contraparte es que sin la ayuda del crédito la recuperación será más lenta, y no se pueden descartar nuevas turbulencias.
En la recuperación interna hay dos aspectos que deben ser observados con atención. Primero, debemos evitar que el financiamiento del déficit fiscal de 2009 (en torno a US$ 5 mil millones) afecte excesivamente el tipo de cambio. Los fondos acumulados durante el auge del cobre se invirtieron en moneda extranjera para no presionar el tipo de cambio, y se materializó un programa de emisión de deuda local para financiar el déficit en pesos. En cambio, ahora los fondos en divisas serían la principal fuente de financiamiento del déficit interno.
El alza del dólar ha actuado como un amortiguador eficaz de la crisis externa, por lo que la liquidación de divisas en el mercado interno para financiar el déficit puede apreciar el tipo de cambio reduciendo el efecto positivo de la política fiscal en la demanda. Las exportaciones son claves en la recuperación y un motor fundamental en nuestra estrategia de crecimiento, por lo que debemos cuidar todos los mecanismos que sirven para fomentar la creación de empleo, la inversión y los incrementos de productividad.
Un segundo tema a observar con cuidado es la tendencia que han mostrado las tasas largas, que llevan varios meses al alza a pesar de las señales que entrega el Banco Central y del generalizado consenso en que la recuperación será lenta. El alza en las tasas largas afecta la velocidad de la recuperación, especialmente la que se necesita en el sector inmobiliario por su importante efecto en la ocupación.
El aumento de las tasas largas también está ocurriendo en EE.UU., donde se trata de una consecuencia de la estructura de financiamiento del abultado déficit fiscal de ese país. En Chile, las hipótesis explicativas son varias, incluyendo los cambios que hacen los afiliados de sus fondos de pensiones, pero no resultan del todo convincentes, por lo que hay un desafío para el Banco Central de comprender este fenómeno y tomar las acciones que permitan corregirlo.
En síntesis, en un escenario fuertemente adverso estamos poniendo a prueba todas nuestras capacidades, con buenos pronósticos que se manifestarán primero en el consumo, con un rezago en el empleo y finalmente en la inversión. Las políticas del Gobierno han sido oportunas y bien orientadas, por lo que la mejor forma de empujar el carro del crecimiento es continuar trabajando en equipo.