La economía mundial se encuentra en recesión. De manera inédita el producto del mundo entero experimentará una caída este año que a paridades de compra será cercana al 1%. En cierta forma hay en esto buenas noticias. El posible colapso del sistema financiero global, que provocaría una depresión con consecuencias impredecibles, parece ya superado. Aunque la autoridad sigue actuando tardíamente, basta para ello ver que recién está terminando de estudiar si es adecuada o no la capitalización de los grandes bancos americanos a casi dos años de iniciada la crisis subprime, las medidas adoptadas están siendo de la intensidad suficiente para evitar un colapso.
La recesión eso sí es profunda y la acompañan caídas de dos dígitos en el comercio mundial. Los sectores que dependen de la existencia de financiamiento, como la construcción y los bienes durables y de capital, han experimentado descensos del orden del 50%, afectando con más fuerza a los países o regiones que se especializan en ellos como Japón y Corea.
Si bien el descenso continuó aceleradamente el trimestre pasado, hay signos que indican que se modera y que veremos una estabilización a contar del trimestre actual. Ello está alentando al mercado de capitales y las bolsas suben. Probablemente de aquí en adelante entraremos al camino conocido de las recesiones, muy profunda en este caso, y dejaremos el territorio impredecible del colapso financiero y la depresión.
Chile no ha estado ajeno a esta evolución. En realidad desde el comienzo del milenio nuestra economía ha tenido crecimientos similares a los de la economía global y este año no será una excepción. La mejor estimación para Chile es similar a la del mundo: una caída cercana al 1%.
Si medimos el desempeño chileno de la misma manera que se hace para informar el crecimiento de países como EE.UU. o Japón, el tercer y cuarto trimestre del 2009 mostrarían caídas de 3% y 8% respectivamente. Las noticias del primer trimestre no son alentadoras y los datos recientes muestran que marzo, con más días hábiles que el año pasado, vio caer la producción industrial y minera en 7% y 6%. Las cifras de la Universidad de Chile, con un desempleo del 12,8% y caídas en el empleo de 3,5%, corroboran lo anterior y los datos recientes del INE también lo ratifican. La recesión está con nosotros y aun cuando es probable que al igual que en el mundo la caída esté próxima a terminar, tendrá una profundidad que hace pocos meses no imaginábamos.
En cierta forma el impacto que sentimos es una decepción. El país no vivió los excesos de otros cuando las condiciones eran tan favorables. Hubo un grado de prudencia y ahorro que hoy nos ayudan. Tampoco somos de los más impactados por la crisis mundial, como lo son aquellos que producen bienes durables para el mundo. El cobre ha bajado de precio pero desde niveles que sabíamos muy altos y por ello ahorrábamos; de hecho el precio actual, en medio de esta profunda recesión, está 25% por encima de su promedio real de los últimos 20 años. La estructura y solvencia de nuestro sistema financiero y la acción de las autoridades han impedido que se contagien con la crisis y el país es una isla de normalidad que hace que incluso empresas del exterior vengan a financiarse a plazos largos.
Hay una serie de elementos que explican la profundidad de nuestra recesión a pesar de los puntos favorables mencionados más arriba. Dentro de ellos está el impacto de medidas antiempleo y antiahorro e inversión, promovidas por un largo tiempo, que nos están cobrando la cuenta.
En materias de empleo ello es especialmente notorio. De hecho algunas autoridades expresaron públicamente en su oportunidad que las trabas a la contratación y los excesos salariales no tendrían ningún efecto negativo como aseveraban los técnicos. Se equivocaron, una bonanza temporal puede esconder dichos efectos por un tiempo, pero ahora nos cobrarán la cuenta y la pagarán con exceso los más pobres. Basta ver en los datos del INE cómo las comunas más pobres y los grupos etarios más vulnerables ya sufren el impacto. Pero el impulso negativo todavía sigue. Por ejemplo un número importante de empleadores verá subir su costo laboral y un grupo de trabajadores verá caer sus ingresos a partir de junio fruto de los últimos cambios previsionales.
Chile no logró ni en los años de bonanza incorporar a muchos de sus ciudadanos a una vida de trabajo. Hoy el viento está en contra, y los desempleados y quienes temen serlo - y probablemente lo serán - sufren el impacto. Así como hemos actuado con acierto en áreas que han impedido que el sistema financiero y la economía colapsen, debiéramos aprender también a tomar las decisiones correctas en sectores tan vitales como el empleo y el emprendimiento. El drama de los desempleados de hoy debiera ser el aliciente para evitar la demagogia y las conveniencias políticas e impulsarnos a actuar con visión de largo plazo en el beneficio de todos.