En septiembre la crisis financiera se agudizó y se llegó a una virtual parálisis del crédito mundial. Simultáneamente, la economía real comenzó a mostrar claros signos de debilidad. De mantenerse el pánico financiero vivido a comienzos de octubre, era imposible evitar que las caídas de producción y ventas mundiales alcanzaran niveles dramáticos.
Esa trayectoria catastrófica no se ha hecho realidad hasta el momento gracias a que las autoridades, a pesar de titubeos que han contribuido a crear incertidumbre, han tomado por otro lado acciones decididas y hasta hace poco impensadas. La situación, no obstante, sigue siendo delicada, y el desenlace, impredecible. El crédito está lejos de haberse normalizado, y los efectos reales ya se sienten con fuerza. Sin crédito las empresas no compran, las materias primas bajan y los proyectos de inversión se detienen. El empleo está sufriendo en casi todos los países, incluso en la dinámica China, que también muestra indicios de desaceleración.
Las dudas de cómo reaccionar nos pusieron y nos mantienen al borde del precipicio, pero las acciones decididas están impidiendo que caigamos. Las últimas semanas han sido dramáticas y las que vienen lo seguirán siendo hasta que -esperamos- la economía mundial se aleje del abismo.
Hay una dimensión adicional. Mientras la acción de la autoridad estadounidense se limite a satisfacer la demanda creciente por pagarés del Tesoro, que reemplaza la de activos financieros privados, y a compensar la menor demanda privada con medidas de corto plazo como rebajas de impuestos, no habrá efectos nocivos de largo plazo. Mantener la línea no es fácil, como lo demuestran las decisiones por la industria automotriz. Se podría complicar más a futuro si aparecen con fuerza pedidos proteccionistas.
Lo cierto es que los próximos trimestres serán difíciles, con caídas del producto en muchos países del mundo, incluyendo los más desarrollados. Chile sufrirá el impacto, aunque el blindaje que ha construido le puede servir para moderar los efectos si se utiliza en forma oportuna y con la intensidad adecuada. No sólo el precio del cobre ha caído a un tercio respecto de hace unos meses, sino muchas empresas exportadoras ven esfumarse sus mercados. Luego de algunas turbulencias, el mercado financiero local se percibe más estable ayudado por el fisco y el Central, aunque el crédito disminuyó. En cierta medida, Chile es una isla en la que, aunque menoscabado, el financiamiento todavía existe.
Prudencia, empresas
Pero no nos engañemos. El menor financiamiento, los menores precios de las materias primas que afectan a exportadores y a sustituidores de importaciones, y los mercados que desaparecieron tendrán un impacto fuerte en la actividad y el empleo en los próximos meses. Ante estas incertidumbres y dificultades es un deber de las empresas ser prudentes con sus gastos e inversiones. En un año de definiciones políticas puede ser atractivo sindicar a los empresarios como culpables de los problemas de los trabajadores, pero esa actitud no ayuda a Chile ni a los pobres. Por el contrario, lo que resulta indispensable es seguir utilizando los instrumentos monetarios y fiscales para adaptarse a las nuevas circunstancias con flexibilidad y promover los cambios microeconómicos que faciliten que la economía se haga más competitiva. No es fácil, ya más de una vez en el pasado equivocamos el camino ante una crisis, como sucedió en los años 30 y el costo en términos de progreso fue inconmensurable. Hay signos de que se quiere aprovechar la confusión para insistir con una agenda ideológica fallida: algunas propuestas laborales y la postura de expropiar los derechos de agua son un ejemplo.
Esperemos esta vez no errar y para ello debemos reforzar nuestro convencimiento sobre lo que favorece a los pobres. Desgraciadamente, no se aprovechó la oportunidad de la última Enade para revitalizar nuestra opción por una estrategia de crecimiento. La crisis opacó todo lo demás. En dicha reunión coincidieron por un lado un economista, Sala i Martin, que ha demostrado que los pobres y la distribución del ingreso han mejorado con el crecimiento reciente, y por otro lado el Primer Ministro de Singapur, que encabeza un país con una historia exitosa de salir de la miseria al desarrollo, y que aún hoy, con un ingreso per cápita muy superior al nuestro, se fija metas ambiciosas de crecimiento. Si ese espíritu imperara entre nosotros, mezcla del imperativo moral de que crecer aceleradamente ayuda a los pobres y de que ello es posible, sería más fácil superar el momento actual, ya que nos permitiría liberar al sector productivo de la tenaza innecesaria de regulaciones, rigideces laborales y cargas tributarias a que ha sido sometido cada vez con más intensidad y que en las condiciones actuales puede ser el peso final que le impida salir adelante.
Usar bien y a tiempo lo que la autoridad llama blindaje y reforzar la competitividad del sector productivo son las claves para superar las dificultades y salir fortalecidos de ellas.