Una baja transitoria de impuestos podría ser el mejor instrumento que tenemos a mano para estimular la demanda y mantener la actividad y recuperar el ritmo de crecimiento.
La cautela en las operaciones de crédito de los bancos -como reacción ante el aumento de la incertidumbre- disminuye la efectividad de la política monetaria y arriesga dejarnos sin instrumentos para amortiguar el ciclo adverso en la actividad y en el empleo. Entre las opciones que quedan está la de la política fiscal: aumentar el gasto o reducir impuestos. Ambas tienen inconvenientes, pero una baja transitoria de impuestos podría ser el mejor instrumento que tenemos a mano para estimular la demanda, mantener una actividad en línea con el producto de tendencia y recuperar prontamente el ritmo de crecimiento.
La transmisión de la política monetaria, desde las decisiones del Banco Central a la economía real -producción y empleo- depende del buen funcionamiento del mercado financiero. Primero, los cambios en las decisiones de consumo o de inversión necesitan normalmente de una operación de crédito. Segundo, el aumento de la liquidez en manos de los bancos sólo estimula a la economía real si se traspasa a las personas y a las empresas, lo que se traba cuando la incertidumbre se instala entre los intermediarios. Tercero, el efecto riqueza que induce la política monetaria se neutraliza con los aumentos en la volatilidad de los precios de activos financieros. Por ejemplo, en los últimos dos meses, la liquidez de los bancos comerciales ha aumentado considerablemente, pero ha ido a parar a las cuentas que los mismos bancos tienen en el Banco Central: una vuelta en redondo sin efecto en el crédito interno. En síntesis, de los efectos característicos de la política monetaria sólo se salva el alza del tipo de cambio, que hace más competitivas a las exportaciones y a los sectores que compiten con las importaciones, trasladando al mercado interno demanda que hasta ahora estaba siendo abastecida con importaciones.
Esta aprensión sobre la efectividad de la política monetaria viene de los tiempos de Keynes, quien sostenía que en períodos de crisis el impulso monetario se obstruye en los intermediarios financieros porque los bancos enfrentan un panorama muy incierto y no se atreven a relajar las condiciones de crédito a las personas y a las empresas. En debates posteriores, Milton Friedman argumentó que en estas circunstancias, los Bancos Centrales podrían saltarse a los intermediarios, graficando esta estrategia con la figura de un helicóptero lanzando billetes, reconociendo que la política monetaria tradicional se vuelve menos eficaz cuando los bancos comerciales endurecen las condiciones de otorgamiento de crédito.
Hoy se requiere de instrumentos que puedan ayudar a restablecer el flujo del crédito, especialmente aquellos que se hacen cargo de la mayor incertidumbre que enfrentan los bancos. Para la sociedad en su conjunto es más conveniente disponer de un seguro que facilite el flujo de crédito que pagar el costo de estrechar la cadena de la liquidez. Por ejemplo, sería eficiente aplicar un seguro de crédito en la compra de viviendas que cubra una parte del préstamo hipotecario por los primeros años de la operación, permitiendo a los bancos volver a estándares crediticios del año pasado. También es oportuno actuar directamente a través de intermediarios financieros no bancarios que permiten llegar a las empresas de menor tamaño.
Podemos anticipar que en los próximos meses se adoptarán medidas para flexibilizar las condiciones de otorgamiento de crédito y se producirá un relajamiento de la política monetaria, pero en el escenario de incertidumbre que vivimos, estas acciones serán poco efectivas para evitar una desaceleración del consumo y de la inversión, lo que significa un crecimiento por debajo de la capacidad productiva del país.
La política monetaria está perdiendo eficacia, y es hora de utilizar la política fiscal, lo que no es simple en el marco de la regla de superávit estructural. Hay que partir por descartar los llamados a modificar los parámetros del presupuesto de 2009 y aprobarlo prontamente. Un aumento del gasto más allá del contemplado en el proyecto del Ejecutivo sería inconveniente, porque éste tiene más inercia, y llevamos varios años con un crecimiento del gasto por encima de la tendencia del producto. En todo caso, es oportuno avanzar en la tramitación de los cambios al seguro de desempleo y de las iniciativas que propuso la Comisión Meller para mejorar la empleabilidad de los jóvenes.
Hora de los impuestos
Queda entonces la opción de una baja transitoria de impuestos que incremente el ingreso disponible de los hogares y estimule el consumo. Esta política sería inefectiva para aumentar la demanda si los hogares toman sus decisiones de consumo en base al ingreso de tendencia, por lo que la baja transitoria de impuestos iría a aumentar el ahorro, y no el consumo. Sin embargo, en la coyuntura actual de mayor restricción financiera es posible predecir que una reducción del IVA tendría un impacto mayor en el consumo que en el ahorro. Esta rebaja de impuestos responde a los mismos fundamentos contracíclicos de la actual regla fiscal, que tolera un deterioro del saldo fiscal en los años de menor actividad, sólo que ahora se profundiza en un ciclo adverso más pronunciado. Por esta razón no corresponde evaluar esta propuesta mirando los ingresos fiscales del 2009 y tampoco vincularla a los debates de largo plazo sobre el sistema tributario.
Por último, estas acciones deben ser siempre complementadas con un reforzamiento de las condiciones de crecimiento de mediano plazo, creando un ambiente que despeje incertidumbres, fomente el emprendimiento, aumente la flexibilidad de los mercados y mejore la calidad de las políticas públicas. Hay que reconocer que el mundo está iniciando una ola de brutal pragmatismo económico, en que lo importante es el efecto que tengan las medidas en el empleo y en el crecimiento.