Tengo conocidos ricos y no todos son viles. Tengo conocidos pobres y no todos son buenos. Incluso conozco a poderosos con una gran conciencia social y a desposeídos que desprecian a sus vecinos. Ni la maldad ni la bondad residen en los bolsillos de nadie.
El tema de las platas va de boca en boca en estos días. Desde el sueldo mínimo en Chile hasta las transferencias del Paris Saint Germain. Desde lo gastado en hospitales sin médicos ni pacientes hasta los costosos estadios para 1.200 espectadores. En medio, aparece Hristo Stoitchkov y nos dice que ya se ha perdido todo romanticismo en el fútbol y que solo vale el dinero. En Chile, José Luis Villanueva nos dice algo parecido y agrega que si tuviera representante (los factores de comercio que manejan el fútbol mundial) estaría en la Primera División.
Y entonces surge un debate que se radicaliza entre los enamorados del ayer, que entienden que ese pasado en que todo era mejor consistía en un pasar romántico apenas interrumpido por algunas guerras y una que otra peste, y los cínicos que entienden que el lema del triunfo es que con plata se compran huevos y a otra cosa mariposa.
Los que se equivocan son los que piensan que el debate es nuevo y se origina, en el caso del fútbol, en el nacimiento de las sociedades anónimas. Por cierto, el debate no es nuevo y no se origina más que en la condición humana, que siempre encontrará los mecanismos para encumbrarse a la grandeza y despeñarse por la miseria.
Hoy está de moda culpar de todo el fenómeno monetarista a las sociedades anónimas, empezando por haber creado una cultura de la ganancia (normalmente indebida). Pero siempre fue así. Entre los dirigentes siempre hubo pillastres que metieron la mano a la caja del club, algunos incluso tenidos por honorables. Hasta hace muy poco. Muy poco.
Y en los organismos internacionales también. Tengo claro lo que se decía de algunos dirigentes de la Conmebol hace... 40 años. Cantando a coro aquella famosa canción que dice "Ladrón de amores...", los asistentes que colmaban el Ita Enrama en Asunción ladraban la primera palabra de la estrofa, dirigida al homenajeado presidente. Se sabía eso, como se sabía que también metía las manos Joao Havelange. Y se sabía lo de Nicolás Leoz. El problema era probarlo y en ese sentido las cosas han mejorado, pues ya es posible denunciar y probar, aunque nadie termine entre rejas.
Por eso, tal vez, escasamente hubo interés de Chile por participar en organismos como la Conmebol, aunque hoy nos digan que el país trató de hacerlo sin conseguirlo. No se me ocurre que hayan tenido interés en participar dirigentes como Abel Alonso, Ricardo Abumohor o Reinaldo Sánchez.
Así es que lo de Stoitchkov y Villanueva no es tan así. El mundo sigue siendo el mismo. Más rápido, eso sí.