A veces la vida parece un destino, hasta una condena, eres lo que debes ser, tienes que serlo; ser, por ejemplo, una mujer amante y leal. O puedes ser como Medea, "quizá lo contrario del destino que se padece o que a veces se asume de manera ejemplar", escribe la filósofa belga Isabelle Stengers en "Recuerda que soy Medea", el ensayo que le da título a este libro. Traducido por Diego Milos, reúne escritos sobre feminismo, magia, ciencia y política. El texto sobre la sacerdotisa y hechicera que mata a sus hijos da el tono del libro y del pensamiento de Stengers: allí donde se dice que no hay alternativa, ella responde que siempre podemos pensar en otros mundos y recuperar el poder de existir. Lo hizo Bárbara McClintock, la científica a la que le dedica el ensayo "¿Una ciencia femenina?"; también Starhawk, la bruja contemporánea sobre la que escribe en "Brujas en Estados Unidos"; y es lo que hay que hacer si queremos que el planeta siga siendo habitable, como leemos en "Gaia apunta a la Tierra".
Uno de los destinos o condenas con las que cargamos es ser individualistas, maximadores de beneficios, siempre en competencia: homo economicus. No, dice Stengers en Cómo pensar juntos (Saposcat), otro de sus libros; eso es un cuento, alega la filósofa, y ya está bueno que dejemos de aceptar que nos describan así./ Juan Rodríguez M.