"...Se debe tener presente que, aun cuando esta pandemia generará profundas heridas en la economía del país, su efecto será transitorio y, por lo mismo, será trascendental definir escenarios con la flexibilidad necesaria para recoger en el corto, mediano y largo plazo el impacto de las medidas de mitigación que el Gobierno y las entidades regulatorias hayan tomado al momento de la medición..." |
En una reunión por una valorización de su empresa a fines de febrero, un accionista junto a la administración me planteaba el dilema que tenían para redefinir el escenario de su plan estratégico a consecuencia del estallido social. Durante la conversación, el gerente de finanzas me preguntó cuál era, a nuestro juicio y experiencia, el criterio que debían aplicar respecto al “test de deterioro de sus activos” (NIC 36), considerando la contingencia social, política y económica que estaba experimentando nuestro país en ese momento, acotando que “nos encontramos muy temerosos, pesimistas y expectantes”.
A pocos meses de ese episodio, y de las emociones transmitidas por ese grupo de ejecutivos, el escenario de incertidumbre experimentó un cambio impensado por un factor muy distinto, la inestabilidad económica ya no tiene un origen solo local, los indicios de deterioro establecidos en la citada norma IFRS esta vez vienen dados por los efectos de una crisis sanitaria inédita en los últimos 100 años. La pandemia provocada por el covid-19 tiene a todos los mercados con un nivel de volatilidad sin precedentes y algunos especialistas no dudan en señalar que su impacto económico será por lejos mayor que el de las dos últimas crisis financieras mundiales.
La paralización de actividades productivas y comerciales en nuestro país producto del covid-19 y su impacto en la cadena de pagos en una economía que ya venía golpeada por las movilizaciones sociales ha generado importantes problemas de liquidez en el corto plazo, provocando cierres de empresas y un ascendente nivel de cesantía, bajo este escenario es importante preguntarse: ¿cuál será la magnitud de los efectos de esta pandemia en los estados financieros de las compañías?
Si buscamos la respuesta metodológica en la NIC 36, esta dice que las empresas deben asegurar que sus activos estén registrados contablemente a un valor no superior al que se pueda recuperar, medido a través de su uso o de su venta, ya que, en caso de ser así, se debe reconocer su deterioro. En tal sentido, cabe destacar que el valor en uso de un activo (capacidad para generar flujos) depende del escenario esperado de ingresos y egresos, lo que sugiere que bajo las actuales circunstancias dicha definición estará expuesta a importantes grados de incertidumbre. Por otra parte, el valor de venta de un activo (valor de mercado bajo IFRS) está dado por las expectativas del comprador, el uso alternativo del mismo y la existencia de un mercado en el que se pueda transar, lo que genera que su valor estará expuesto a la demanda que tenga dicho activo.
Mi llamado es que para la aplicación del “test de deterioro de los activos” en las compañías, si bien se debe ser muy riguroso en analizar todas las variables que afectan las operaciones del negocio, también se debe tener presente que, aun cuando esta pandemia generará profundas heridas en la economía del país, su efecto será transitorio y, por lo mismo, será trascendental definir escenarios con la flexibilidad necesaria para recoger en el corto, mediano y largo plazo el impacto de las medidas de mitigación que el Gobierno y las entidades regulatorias hayan tomado al momento de la medición, junto a las expectativas de los mercados internacionales en términos de demanda, precios y normalización de las cadenas de abastecimiento, factores que facilitarán el sustento de los supuestos necesarios para modelar financieramente y asignar probabilidades a las opciones que enfrenta su administración, solo así se podrá estar seguro de ser consistentes con lo establecido en la norma NIC 36.
* Iván Sepúlveda es director de Deals & Valuations de PwC Chile.
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