Vestigio colonial
Nadie, salvo él mismo, puede asegurar si Zizou golpeó intencionalmente al nuestro. Es muy dudoso, observando el video, que haya sido casual, pero no podemos descartarlo. Hay que anotar que el árbitro le hizo la advertencia señalada. Sin embargo, aun habiendo advertido algo irregular en la conducta del belga, se dedicó a obligar a Garín a continuar jugando, a pesar de la evidencia de su ojo a mal traer.
Hace una semana reproducíamos la introducción al comentario de un prestigiado periodista que escribía emocionado por un triunfo del seleccionado chileno de fútbol hace casi setenta años y decía al final: “… dejé pasar unas horas antes de sentarme a la máquina. Inmediatamente después del partido, habría escrito una arenga y no un comentario de fútbol”.
Hoy a mí me pasa lo mismo, pero no por un triunfo ni por una derrota. Lo que he sentido es indignación por lo sucedido en el match por Copa Davis entre Bélgica y Chile en cancha belga. Indignación, exactamente eso que se define como “sentimiento de enfado o rechazo vehemente que se produce cuando algo choca con la conciencia moral o el sentido de justicia”. Aquello fue injusto e inmoral.
Todos sabemos muy bien lo que pasó gracias a la televisión.
En la disputa del cuarto punto del partido el belga Zizou Bergs se puso 6-5 sobre Christian Garín y salió raudamente festejando. Se apoya en el poste de la red para impulsarse y le da con su hombro derecho al ojo derecho de Garín.
El árbitro general, Carlos Ramos, castiga a Bergs con una advertencia (warning) y Garín explota contra el juez portugués, siempre muy estricto (al punto de haber descalificado a Novak Djokovic) y ahora tan limitado en el castigo. Le dijo de todo o casi todo. Garín no volvió y durante la espera, celosamente cronometrada por el portugués, se ganó nuevas advertencias que terminaron en su derrota y en la del equipo chileno.
Nadie, salvo él mismo, puede asegurar si Zizou golpeó intencionalmente al nuestro. Es muy dudoso, observando el video, que haya sido casual, pero no podemos descartarlo. Hay que anotar que el árbitro le hizo la advertencia señalada. Sin embargo, aun habiendo advertido algo irregular en la conducta del belga, se dedicó a obligar a Garín a continuar jugando, a pesar de la evidencia de su ojo a mal traer.
De hecho, el médico chileno, Alejandro Orizola, certificó que la lesión le impedía al chileno seguir.
¿Dónde está la indignación? Primero, en que el médico neutral no examinó debidamente a Garín. ¿Por qué? ¿No quiso? ¿Le ordeno alguien no hacerlo? ¿Le pareció, a simple vista, que “no era nada” lo del ojo?
El otro hecho indignante es que todos los presentes belgas dieron por hecho que Garín mentía, que simulaba. Obvio, si hubiesen creído que estaba herido, algo habrían hecho. Tal como nosotros no podemos asegurar que Bergs actuó deliberadamente para herir, ellos no podían asegurar que el chileno simulaba. Pero lo aseguraron, empezando por el árbitro portugués.
Ahora Sergio Elías, presidente de la Federación, exige algo lógico, aunque difícil de realizar: que se declare ganador a Garín y se juegue el quinto punto. ¿Cuándo, dónde? Es difícil, pero señala un cambio en la disposición tibia del dirigente en el momento de los hechos.
Aunque han pasado bastantes horas del episodio, la indignación subsiste. Y cierro, para no entrar en el tema de las relaciones Europa-Latinoamérica. Pero ¡qué ganas de hacerlo!

Edgardo Marín
es periodista egresado de la Universidad Católica, donde estudió a la par de su trabajo periodístico. Ha sido reportero y comentarista en diarios, revistas, radios y canales de televisión, además de investigador y autor de libros de historia del fútbol. Premio Nacional de Periodismo de Deportes 1993.