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La vida de película de Álvaro Salvadores, el galán del básquetbol que jugaba solo

Fue uno de los talentos más prodigiosos de la historia cestera en Chile, pero era odiado por sus compañeros debido a su egoísmo sobre el parqué. Jugó un Mundial por España, su país natal, antes de reivindicarse con su nación adoptiva en los Juegos Olímpicos de 1952. Brilló en canchas de Francia, y participó en una película de Hollywood.
Diego Aguirre Diez04 de julio, 2020
En los años 50, el basquetbolista Álvaro Salvadores Salvi era sinónimo de garbo y prestancia.

Si no estaba con su ropa deportiva dentro de una cancha, era ley de vida que estuviese elegantemente vestido con un traje a su medida.

Sus cercanos cuentan que podían saber que Salvadores se acercaba al escuchar el murmullo de las mujeres que veían pasar la esbelta figura del basquetbolista de 1,86 metros, quien siempre respondía con algún gesto de su manual de galantería.

“Todos los Salvadores eran extravagantes. Pero Álvaro tenía una personalidad más especial que los demás hermanos. Era muy guapo y tenía mucho arrastre con las mujeres, y él le sacaba partido. Imagínate que hasta cuando jugábamos partidos amistosos con los amigos él llegaba de terno. Las chiquillas suspiraban. Era un dandi”, cuenta Eric Doucerain, exbasquetbolista y amigo de la familia.

En el parqué también fue un rey. Su poder de anotación se sintió en canchas chilenas y extranjeras, llegando ser a considerado uno de los mejores talentos en jugar básquetbol en el país.

"De todas maneras está entre los mejores. No sé si dentro de los diez, pero está ahí", dice el periodista Humberto "Tito"Ahumada.

Nació en la pequeña localidad de Magaz, en España, pero sus padres, Isidoro y Paz, emigraron a Chile en la década de los 30, para unirse a otra parte de la familia que ya había viajado al sur antes. Así, antes de cumplir los dos años, Álvaro ya jugaba junto a sus once hermanos en los campos de Lanco, cerca de Valdivia.

El padre, fanático de los cestos y empresario maderero, levantó un gimnasio a pasos del nuevo hogar, y el resto es historia: tres de sus hijos —Álvaro, Luis y Pedro— terminaron siendo seleccionados chilenos de básquetbol.

Álvaro, el mayor del tridente, fue por cierto el más destacado: en su juventud dominó la escena local con un goleo asombroso, aunque eso no le bastó para ser nominado a la selección chilena que disputaría el primer mundial de básquetbol de la historia, en Argentina, en el año 1950.

El alero fue elegido como uno de los tres mejores jugadores del Mundial de 1950. En la foto, Salvadores está de rojo con la camiseta de España, junto al estadounidense John Stanich (izquierda) y el argentino Oscar Furlong (centro y arriba).


La decisión de no considerarlo tuvo que ver con el particular estilo de juego del chileno-español, de entonces 21 años. “La pelota le llegaba y se acababa todo. No daba pases, solo tiraba al aro. Eso, obviamente, le trajo muchos problemas con sus compañeros, pese a que era un goleador extraordinario y muy efectivo”, recuerda Ahumada.

Ofuscado por quedar fuera del plantel, envió una carta a la Federación de Básquetbol de España con sus datos y recortes de los diarios de la época, solicitando ser llamado al seleccionado de su país de origen. A ciegas, el entrenador hispano aceptó la inclusión del alero, y en cierto punto no se equivocó: Salvadores fue el goleador del torneo planetario, aunque España terminó en el noveno lugar.

Chilenos y españoles se enfrentaron en Buenos Aires en la fase de grupos y, cómo no, Salvadores no dudó en lanzar al aro todo balón que llegaba a sus manos. Ganó la roja sudamericana, y el plantel hispano quedó tan enrabiado con el atrevimiento de la novel figura que no dudaron en intentar golpearlo en el camarín. Salvadores pudo escabullirse de la trifulca y salir a felicitar a sus excompañeros.

La selección chilena que fue quinta en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. Salvadores aparece con la camiseta número 8.

Del Mundial saltó a Europa: jugó una temporada en el Racing de París, en la liga francesa, donde fue campeón y aportó 47 puntos en la final.

Luego, en 1952, tuvo su revancha con Chile, pues integró el equipo que disputó los Juegos Olímpicos de Helsinki. La selección fue quinta, y Salvadores terminó con una fractura de fémur.

“Lo llamaron gracias a su amistad con Rufino Bernedo (capitán del equipo), y sabiendo que él podría controlar a Salvadores para que diera pases a sus compañeros. El problema es que terminó abusando del pase extra, y en algunos partidos no anotó como se hubiese esperado", explica Maximiliano Aguilera, historiador de los cestos chilenos.

Su última experiencia con el seleccionado criollo, y con el básquetbol, se dio en el Sudamericano de Cúcuta, Colombia, en 1955. En ese torneo, Salvadores conoció a la que sería su futura esposa, Elsa de la Espriella, y al terminar el certamen subcontinental tomó la decisión de radicarse de manera definitiva en territorio cafetalero. Ahí abandonó los cestos para incorporarse a la diplomacia: fue Cónsul de Chile en Cartagena de Indias desde 1961 a 1985, para luego ser embajador en ese país durante los últimos dos años de la dictadura.


En su época de Cónsul de Chile en Cartagena de Indias, el exbasquetbolista recibió a múltiples personalidades: en la foto, junto al destacado actor alemán Klaus Kinski y la modelo chilena Cecilia Bolocco.

“Ayudó a mucha gente como diplomático en Colombia. Su otra faceta era la de galán de cine. Él siempre estuvo rodeado de gente famosa. Eso le gustaba mucho. Su forma de ser lo ayudaba a encajar bien en ese mundo. En su casa en Colombia estuvo el director Roman Polanski, la actriz Rita Hayworth, la modelo Cecilia Bolocco, y el expresidente Patricio Aylwin, por nombrar algunos personajes”, relata Carmen, su hermana.

Y cierra: “Una vez hizo un doblaje de la voz del reconocido actor Ernest Borgnine para una película de Hollywood. También hizo de extra en varias otras cuando estuvo en Europa jugando básquetbol. La verdad es que su vida fue así: una película”.

En 2002, y a los 73 años, Álvaro Salvadores murió en Colombia a raíz de un cáncer pulmonar.

Salvadores, como portada de revista Estadio, tras salir campeón con Temuco.


Diego Aguirre Diez

es periodista de Deportes El Mercurio desde 2016, especialista en el área polideportiva, cubriendo tenis, golf, rugby, atletismo, básquetbol, entre otras disciplinas.

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