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La semana de los entrenadores

Que De Bruyne tranquilice el juego en vez de acelerarlo, que Martirena tire la pelota al centro a lo que salga y se convierta en gol o que Suazo finalice una jugada de derecha siendo zurdo por naturaleza, no tiene que ver con nada que algún entrenador les haya dicho antes, sino que con sus propios niveles de razonamiento e inspiración en ese instante único e irrepetible.
france presse
Sergio Gilbert25 de noviembre, 2024
Siempre ha sido difícil cuantificar la importancia de un entrenador en la obtención de los resultados de un equipo.

El tema es recurrente y sale a colación en circunstancias extremas, cuando una escuadra alcanza sus objetivos competitivos o, por el contrario, cuando falla en esa conquista. En ambas situaciones, el DT queda expuesto como responsable mayor de lo sucedido con su elenco. Se les otorga la responsabilidad total aun cuando es evidente que lo que sucede en la cancha es el resultado de una fuerza colectiva, multifactorial y a veces incluso muy lejos de lo que pretende determinar el adiestrador.

Pero es así: el entrenador es el primer foco de atención. Siempre. Nadie escapa a esas valoraciones. Y en todas partes es igual. Es cosa de analizar lo que ha acontecido en la última semana: “Pep” Guardiola asume como el gran responsable de la crisis de resultados que vive Manchester City (cinco derrotas consecutivas en la Premier League), mientras que en la vereda opuesta, Gustavo Costas aparece como un gurú tras obtener la Copa Sudamericana al mando de Racing.

El tercer ejemplo es más local y surgió luego de la victoria de Chile sobre Venezuela en las eliminatorias, en la que más de alguien atribuyó a Ricardo Gareca una especie de reconversión interna que fue esencial para que la Roja alcanzara un nivel que no había enseñado durante su mandato.

¿Es tan así? ¿Guardiola, Costas y Gareca en verdad tienen el mayor porcentaje de responsabilidad por los resultados de sus equipos? No hay posibilidades de zanjar esta discusión de manera tajante ni menos en forma numérica o porcentual.

Un DT plantea principios generales, construye un marco de juego, diseña una estrategia y expone un sistema, pero en ningún caso influye en la toma de decisiones final de un futbolista en plena competencia.

Que De Bruyne tranquilice el juego en vez de acelerarlo, que Martirena tire la pelota al centro a lo que salga y se convierta en gol o que Suazo finalice una jugada de derecha siendo zurdo por naturaleza, no tiene que ver con nada que algún entrenador les haya dicho antes, sino que con sus propios niveles de razonamiento e inspiración en ese instante único e irrepetible.

Si es así, ¿entonces dónde tiene mayor trascendencia el DT? En los mensajes que es capaz de entregar a sus jugadores. Un futbolista tomará buenas o malas decisiones, se arriesgará más o menos, tendrá mayor o menor capacidad para dar un salto de calidad o simplemente refugiarse en un espacio seguro en la medida que su entrenador, su guía, le ayude a encontrar las mejores respuestas a las incontables eventualidades que pueden ocurrir durante un partido.

Tomando eso como marco referencial se obtiene conclusiones más certeras en torno a la importancia de un DT. Ninguno será bueno o malo solamente por una decisión, por un par de resultados o por una racha. Es por eso, sí. Pero también por otras cosas más...


Sergio Gilbert

es periodista titulado en la UC, especializado en fútbol. Profesor universitario y redactor en El Mercurio. En Twitter: @segj66

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