Cosas raras
En el cantar del fútbol chileno en torneos internacionales, desde hace décadas, el estribillo trata de las cosas raras que nos afectan y perjudican. Se ha repetido a coro, de memoria y a veces a voz en cuello. Es parte de nuestra cultura futbolística, un lugar común y un sitio muchas veces visitado.
Claudio Bravo y Jorge Garcés, un gran portero y un llamativo entrenador, a propósito de la última participación de Chile en la Copa América, detectaron en su momento y todavía ahora, lo que definieron como “cosas raras”.
Garcés, experimentado analista y despeinado observador de los partidos por televisión, coincidió en directo: cosas raras.
Bravo las vio desde el arco y en la cancha, y también cuando estuvo en la banca, donde la atención es distinta, por eso incluso descubrió cosas aún más raras.
Esas cosas raras, en realidad, no son nada de raras.
En el cantar del fútbol chileno en torneos internacionales, desde hace décadas, el estribillo trata de las cosas raras que nos afectan y perjudican. Se ha repetido a coro, de memoria y a veces a voz en cuello. Es parte de nuestra cultura futbolística, un lugar común y un sitio muchas veces visitado.
Lo excepcional sería que no se descubrieran, lo habitual es detectarlas y salir a hablar. Lo excepcional sería quedarse callado porque no las hubo y no hay nada que denunciar; ha sucedido, pero son momentos infrecuentes y extraños.
En el origen de las cosas raras hay coincidencia.
Los hechos y sospechas, tanto la evidencia como la desconfianza, se hunden en los intestinos gruesos y delgados de la FIFA y la Conmebol, los poderosos y ricos organizadores, para que las cosas raras se ramifiquen por el fixture decidido y las canchas elegidas, distancia de los desplazamientos terrestres y aéreos, programaciones, lugares de concentración y tipos de estadio, pero hay más, mucho más: hospedaje y privacidad, molestos ruidos urbanos nocturnos, alimentación, canchas de entrenamiento, temperaturas de las duchas, etcétera y etcétera, donde lo decisivo siempre serán los pitos de los árbitros, las banderillas de los guardalíneas y el universo extendido del VAR y el trío de jueces mirones. Ojo: el cuarto árbitro también puede protagonizar cosas raras, pero menos.
No es necesario rezar el rosario de las cuentas tristes, porque se conocen, integran la memoria histórica nacional y hay ejemplos por decenas, con un enorme titular: fuimos perjudicados por la mano negra de las cosas raras. Negra y enguantada. ¿Dónde? En mundiales, copas América, torneos internacionales, incluso amistosos.
Una vez dicho lo anterior, se deben analizar y discernir las cosas raras, porque casi siempre las hay, muy pocas veces no aparecen. Por lo general sí, pero en ocasiones se esfuman. Hay que ser objetivo y desapasionado.
Los que denuncian este tipo de cosas, si son consultados, de seguro podrían poner tres ejemplos donde Chile alegremente participó y no hubo cosas injustas, perjudiciales y tampoco raras.
En orden cronológico.
Mundial de Fútbol de 1962.
Copa América 2015.
Copa Centenario 2016.
P.D.: En los partidos de Palestino y Huachipato, en la Sudamericana, tampoco se han descubierto cosas raras. Hasta ahora.
Antonio Martínez
es periodista y crítico de cine; fue editor de Cultura de “La Época”, jefe de redacción de “Hoy” y director editorial de Alfaguara. Fue corresponsal, desde España, de “Estadio”, y columnista de “Don Balón”. Autor de “Soy de Everton, y de Viña del Mar” (2016), y junto a Ascanio Cavallo, de “Cien años claves del Cine” (1995) y “Chile en el cine” (2012).