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Dos recuerdos

¿Qué será en el futuro de tácticas y estrategias con jugadores que no podrán entender las instrucciones? Hace unos días esta columna preguntaba qué pasará con el fútbol en una sociedad que está eliminando las calificaciones y las competencias. Hoy hay más dudas.
Foto: Comunicaciones ANFP
Edgardo Marín07 de febrero, 2023
A Mario Moreno, aquel notable puntero derecho de los 60 a quien llamamos “Superclase”, lo recuerdo diciendo: “El futbolista debe ser considerado un empleado particular, porque su trabajo es esencialmente intelectual”. Lo basaba en que el jugador debe comprender instrucciones, interpretar variaciones del juego, entender estrategia y otras características de su empleo.

Se trata, por cierto, de un tema antiguo y en los años de Moreno aún se discutían duramente los derechos sociales de los jugadores profesionales de fútbol. En cuanto a su condición de obreros o empleados, las posturas estaban divididas y para muchos todavía lo están.

No es tema de esta columna el de los derechos tantas veces postergado, sino solamente el del predominio intelectual o físico en el trabajo de los jugadores. ¿Cuál predomina?

Obviamente las cosas han cambiado mucho en tantos años; en un comienzo la labor del futbolista podía considerarse básicamente y casi exclusivamente física. El imperio de las tácticas fue cambiando el panorama general y el profesional debió abrirse, para empezar, a un lenguaje más amplio. Además, desde que empezaron los trabajos del Mundial del 62 el fútbol comenzó a encontrar resonancia amplia en todos los sectores sociales y amplió su base para seleccionar jugadores, recurriendo entonces a los colegios y universidades. Había espacio suficiente para considerarlo una actividad principalmente intelectual.

Más allá de las definiciones laborales clásicas está la que los llama “artistas del balón” y hay maniobras que a los aficionados nos parecen verdaderamente “obras de arte”, como tantas de las que elaboraba Pelé. También es cierto que muchas veces ellos se consideran artistas cuando les falla la musa inspiradora y trabajadores cuando se trata de cobrar. Pero esa es otra historia.

Hoy, además de intelectuales, pueden ser ricos y muy ricos, lo que los sitúa en mundos muy distintos a los de sus orígenes. Aprender a pilotear un avión, con tantos relojes y marcadores, debe requerir de mucha materia gris, seguramente.

Pero, a lo que voy: la educación es cada vez peor en Chile. Niños salen sin saber leer ni escribir de la educación básica y, más adelante, muchos siguen (la mayoría) sin entender lo que leen. Permítame agregar que muchos tampoco entienden lo que escriben, lo que dicen, lo que escuchan y lo que piensan.

¿Dónde queda, entonces, el razonamiento de Mario Moreno hace 60 años? ¿Qué será en el futuro de tácticas y estrategias con jugadores que no podrán entender las instrucciones? Hace unos días esta columna preguntaba qué pasará con el fútbol en una sociedad que está eliminando las calificaciones y las competencias. Hoy hay más dudas.

Lo otro que recuerdo es cuando Luis Santibáñez señalaba que el fútbol había perdido a sus jóvenes porque lo habían dejado por la política. Santibáñez lo decía en los 70, refiriéndose al fenómeno de agitación social y política que comenzó a fines de la década anterior.

Ignoro si esto se está repitiendo hoy y supongo que no, pues se ve a los jóvenes preocupados de otras cosas, no todas edificantes, aunque hay aun los que se van a las compañías de bomberos para rescatar a la Patria. Además, si los niños ignorantes no se dirigen al deporte y se van en cambio a la política, ahí encontrarán todos los puestos copados. Peor.
Edgardo Marín

es periodista egresado de la Universidad Católica, donde estudió a la par de su trabajo periodístico. Ha sido reportero y comentarista en diarios, revistas, radios y canales de televisión, además de investigador y autor de libros de historia del fútbol. Premio Nacional de Periodismo de Deportes 1993.

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