Santiago de Chile.   Mar 23-04-2024
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Y mientras tanto en Chile

En el fondo, una minoría interesadísima en conservar un dudoso privilegio se impuso a una clara mayoría de clubes que estaba por acabar con la práctica, en otro capítulo más del desgobierno corporativo del fútbol profesional.
Foto: Carlos Parra / ANFP
Andrés Solervicens01 de diciembre, 2022
Las luces, las cámaras y la atención están en Qatar, como es lógico y esperable. Por más que Chile no haya clasificado a la Copa, la historia grande se está construyendo en el Golfo Pérsico y no en este lado del mundo.

Pero guarecidos en este velo mundialista, los dirigentes del fútbol chileno siguen en sus andanzas.

En un Consejo de Presidentes en plena época mundialista se discutió el futuro inmediato del balompié nacional. Se votó, por ejemplo, una modificación largamente estudiada a los estatutos, que contenía cambios de lo más razonables y muy esperados por la comunidad deportiva local, como la prohibición de que los representantes de jugadores fueran dueños de clubes profesionales.

Se necesitaban cuatro quintos de las preferencias de los equipos de Primera y Primera B, es decir 40 votos. Y solo hubo 36.

De este modo, fue rechazada la norma que habría puesto en aprietos a Sergio Gioino, presidente de Ñublense y socio de la agencia de representación UnoSport; a Cristián Bragarnik, accionista de Unión La Calera y conocido agente de futbolistas; a Cristian Le Bihan, uno de los propietarios de San Luis de Quillota y también mánager.

Ñublense, La Calera y San Luis, lógicamente, votaron en contra.

También se opuso Audax Italiano, cuya propiedad fue adquirida por capitales argentinos muy cercanos a los dueños de La Calera y Quillota (tanto que “levantaron” de inmediato al gerente deportivo de San Luis), y Coquimbo Unido, que es administrado por el también agente Sergio Morales.

Las abstenciones de La Serena (ligada a Fernando Felicevich) y Huachipato completaron el cuadro en una derrota que traerá implicancias para la actividad, pues es esperable que más agentes ingresen a la propiedad de instituciones que registran años de pérdidas económicas y terminan vendiendo sus derechos y deudas a los únicos compradores que tienen una vía extra de generar ingresos.

En el fondo, una minoría interesadísima en conservar un dudoso privilegio se impuso a una clara mayoría de clubes que estaba por acabar con la práctica, en otro capítulo más del desgobierno corporativo del fútbol profesional.

La única forma que no se manden solos, parece, es por la vía legal, empujando y sacando delante de una vez los cambios a la ley de sociedades anónimas deportivas, iniciativa que parece haber perdido impulso en el Congreso.

En fin, lo bueno es que en posteriores votaciones, ya por las bases del torneo 2023, primó la cordura y los presidentes mantuvieron el sistema de torneos largos y rechazaron la idea de jugar con siete extranjeros, lo que a todas luces era una exageración. Sobre todo si se considera cómo hubiese afectado esa medida a la evidente falta de materia prima que enfrenta la selección chilena con miras al Mundial de 2026.

Sí, son seis cupos y medio para Sudamérica, dirán los optimistas, pero resulta que la Roja fue apenas séptima en los estertores finales de la Generación Dorada, y no se ve ningún juvenil que pueda trepar a las alturas que visitaron Arturo Vidal, Alexis Sánchez o Claudio Bravo.

Antes de esos astros se clasificó a Francia 1998 con dos monstruos como Iván Zamorano y Marcelo Salas. Hoy no hay ningún jugador chileno menor de 32 años que siquiera se acerque al nivel de ninguno de los cracks mencionados.

Por ahora, estamos a años luz del Mundial.
Andrés Solervicens

es coordinador de Deportes El Mercurio. Egresado de la Universidad de Chile, trabaja desde 2000 en "El Mercurio". Fue enviado especial del diario a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Río de Janeiro 2016, así como a Juegos Panamericanos, Grand Slams de tenis y fechas del Mundial de Rally, entre otros.

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