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Nuestra realidad

En medio de tan lamentable panorama en el fútbol chileno, sus dirigentes máximos aspiran a reelegirse y ¡por favor! a hacer de Chile un socio en la organización tetrapartita de una Copa del Mundo.
Foto: Photosport
Edgardo Marín09 de agosto, 2022
Como se sabe, Gustavo Quinteros es aficionado a quejarse. Nunca le falta algún motivo para manifestar su desacomodo con algo. Una falta mal cobrada, una programación desatinada, sospechas diversas, en fin, que no le falta. Pero sus últimas quejas se diferencian de las más rutinarias y son muy especiales. Siendo puntero y alejándose de sus escoltas, es difícil tener disgustos, pero igual está disgustado. Su molestia, esta vez, se origina en la “falta de gol” y en los aforos limitados a los estadios: “Se está castigando al público”.

Por cierto, ambos temas están relacionados y causados por su propio entorno. La falta de contundencia goleadora es un defecto del equipo que él dirige y que a él le corresponde resolver (en silencio). Y el tema de los aforos está producido por razones sanitarias, dada la situación de crecimiento de la pandemia del covid-19 y sus variantes. No hay que olvidar que en otros momentos de la infección, Colo Colo sufrió de muchos casos, debido a conductas riesgosas de miembros del plantel. Además, si no es la gripe, también han reducido los aforos del Monumental por la conducta bestial de sus barras bravas. Hoy, lo que se hace no es castigar al público, sino protegerlo.

No es el único caso reciente. Está también el Superclásico jugado en Talca, única ciudad donde el partido fue aceptado después de muchas gestiones. Ahí el problema fue de la U, que no tiene estadio, y no de los albos. El alcalde de la comuna se opuso a la escenificación del encuentro, en defensa de la ciudadanía, pero siendo el recinto fiscal y no municipal, correspondió la decisión a la autoridad política, representada por el Delegado Presidencial de la Región del Maule. El alcalde acudió a la Justicia y le fue mal: la Corte de Apelaciones dictaminó que el partido se podía jugar. Y se jugó, en una movida político-judicial inédita.

Esto de la violencia en los estadios, no resuelta por administración alguna, ni deportiva ni política, es solo uno de los puntos negros de una actividad futbolística que deja ver una pobreza dramática en todos los frentes. En lo competitivo, Chile dejó de ser un animador importante a nivel de clubes y de selecciones. En lo administrativo suma desprestigio y en lo financiero acumula pérdidas.

Sin embargo, en medio de tan lamentable panorama, sus dirigentes máximos aspiran a reelegirse y ¡por favor! a hacer de Chile un socio en la organización tetrapartita de una Copa del Mundo.

¿Qué tenemos para ser subsede de un Mundial? Nada.

No tenemos ni un solo estadio que cumpla con las exigencias de un torneo de esta envergadura.

No tiene el fútbol, no tiene el país, la solidez financiera que requiere tamaña organización.

No tenemos equipos competitivos que nos permitan presentarnos como un productor de buenos campeonatos locales ni internacionales.

No tenemos prestigio dirigencial y nuestras instituciones están dominadas por los representantes de jugadores.

La oscuridad del manejo de las SADP raya en lo delictual.

Algunos plantean, con singular audacia, que en 1962 tampoco teníamos mucho y organizamos un Mundial solitos y hasta fuimos terceros. Olvidan que aquella circunstancia fue encarada como una empresa nacional que salvó desgracias y cualquier obstáculo. Ello nos permitió decir al final que “Todos fuimos hermanos”. Era otro tiempo, otra dirigencia, otro país.
Edgardo Marín

es periodista egresado de la Universidad Católica, donde estudió a la par de su trabajo periodístico. Ha sido reportero y comentarista en diarios, revistas, radios y canales de televisión, además de investigador y autor de libros de historia del fútbol. Premio Nacional de Periodismo de Deportes 1993.

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