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El destino final de la U

Todo parece negro. Sin embargo, Universidad de Chile todavía tiene en sus manos la posibilidad de torcer ese destino final, aunque para ello debe despojarse del temor que lo paralizó en el opaco 0-0 ante O’Higgins, un partido que de haberse ganado habría cambiado todo el panorama.
Alejandro Cisternas25 de noviembre, 2021
Destino final es una película con una trama simple: un grupo de personas esquiva milagrosamente la muerte, pero durante el desarrollo de la historia la muerte se les aparece para “ajustar cuentas” y uno a uno los protagonistas van muriendo, pese a sus esfuerzos por evitarlo.

Algo similar le está pasando a Universidad de Chile. En 2019 esquivó el descenso por el estallido social. Nadie podría vaticinar con certeza qué iba a suceder en los seis partidos que le quedaban, pero con el correr del tiempo la U ha seguido dando pasos que la encaminan hacia ese trágico destino final.

En 2020, fue un dirigente de Azul Azul (Mario Conca) el que avaló en el consejo de presidentes el sistema de tabla ponderada de 60%-40% que tuvo a los azules sufriendo hasta la última fecha del campeonato haciendo cálculos matemáticos con la posibilidad de bajar o jugar un partido de definición.

En tiempos recientes, son las propias decisiones directivas las que han ayudado a hundir al equipo. Es cosa de mirar a los entrenadores elegidos en los últimos tres años, sin los pergaminos suficientes para encabezar a un club grande. Hernán Caputto llegó a la banca con cero partidos a nivel de Primera División. Lo reemplazó Rafael Dudamel, que tenía apenas 10 duelos dirigidos en Atlético Mineiro, con pésimos resultados. En su lugar apareció Esteban Valencia, que se estrenaba como técnico de adultos. El de mayor experiencia es el actual interino, Cristián Romero, con 22 encuentros en su bitácora. Un paréntesis sobre estos dos últimos: viendo lo que han mostrado en su labor, ahora se entiende por qué la U no ha sacado de las divisiones inferiores un jugador de nivel de selección en la última década.

Corría marzo de 2021 y Rodrigo Goldberg y Sergio Vargas, los dos directores deportivos (una duplicidad de funciones que solo se ha visto en la U) aseguraban que el equipo tenía la capacidad y hasta la exigencia de pelear el campeonato. Una exageración que el tiempo se ha encargado de desmentir.

Los jugadores también son responsables: nombre por nombre, el plantel universitario no tendría por qué estar pasando esta situación. Al menos debería estar luchando por uno de los ocho cupos a torneos internacionales. Pero al final, solo la brutal dependencia de los goles de Joaquín Larrivey mantuvo relativamente a flote al equipo. El argentino tiene 20 dianas, dos tercios de la producción ofensiva total (31), y los que le siguen han marcado apenas dos (Marcelo Cañete y Mario Sandoval). Un desequilibrio que ayuda a entender el pésimo año del club, con 11 partidos sin victorias, un gol en ocho partidos y la peor segunda rueda del campeonato nacional.

Mucho se ha escrito sobre el mutismo directivo, y lo de este jueves supera el mal chiste. El presidente Michael Clark habló por primera vez en público, no sobre lo futbolístico, para tranquilizar a los hinchas o para alentar al equipo... sino para anunciar un acuerdo comercial.

Todo parece negro. Sin embargo, Universidad de Chile todavía tiene en sus manos la posibilidad de torcer ese destino final, aunque para ello debe despojarse del temor que lo paralizó en el opaco 0-0 ante O’Higgins, un partido que de haberse ganado habría cambiado todo el panorama.

Este sábado quedará en la memoria. El Salvador, tierra santa para el mundo azul desde 1994, puede convertirse otra vez en un lugar de esperanza e ilusión. Cobresal, rival ante el que la U perdió la categoría en 1988, puede revivir las peores pesadillas para los hinchas del chuncho.

Es lo que tiene vivir coqueteando con la muerte.

Alejandro Cisternas

es coordinador periodístico de Deportes El Mercurio. Ha cubierto eventos nacionales e internacionales de fútbol, automovilismo, golf, básquetbol, tenis y otras disciplinas.

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