"Es difícil saber con certeza cómo viene el panorama climático para las praderas de cara al próximo verano, pero lo más probable es que la situación no sea muy distinta a la de los últimos años", asegura Carlos Gana, consultor agroclimático.
El especialista afirma que esta proyección está basada en la idea de que para esa época todavía imperará una condición de Niña en el país, lo que en la práctica significa que se podrían producir un poco más de precipitaciones en la zona sur, las que de todas maneras no serán relevantes.
"Normalmente, en Osorno durante el verano caen un promedio de 40 mm al mes. Sin embargo, con la Niña presente esta cantidad podría aumentar a 50 mm o una cifra parecida, es decir, un poco más, pero nada muy relevante", sostiene.
Sin embargo, Carlos Gana advierte que el principal peligro para las praderas del sur -incluyendo a la Patagonia- durante el verano será la potencial ocurrencia de una mayor cantidad de olas de calor.
Nicolás Soto, ingeniero agrícola de Lecherías del Sur, explica que una ola de calor o un aumento significativo de las temperaturas en el verano podrían generar un mayor estrés en las plantas.
"De hecho, las praderas, especialmente las ballicas, que no tienen riego ya se estresaron, es decir, empezaron su proceso de floración. Con el riego, en cambio, podemos alargar un poco más la vida de las pasturas", dice.
Así, en la eventualidad de que se produzcan estas olas de calor de forma seguida durante la época estival existe un riesgo cierto de que la latencia de las plantas —etapa en la que las gramíneas dejan de crecer— se adelante o sea más prolongada.
“Si las olas de calor son intensas y largas en diciembre, las praderas no crecerán más hasta mediados de febrero o inicios de marzo cuando empiece a llover de nuevo. Tendremos un verano de pampas amarillas”, señala Carlos Gana.
Hacer lo que se pueda
Según Néstor Acuña, asesor experto en praderas, a estas alturas del año y tomando en cuenta el panorama climático, hay muy poco que se pueda hacer.
"Por ahora lo más importante es que los ganaderos tengan claras sus demandas nutritivas, para lo cual es fundamental que se haga un adecuado balance forrajero", afirma.
Esto, dice, permitirá que en la medida que se requiera el productor pueda hacer compras de forraje a un precio accesible o planifique nuevos cultivos.
Nicolás Soto comenta que ante la eventualidad de altas temperaturas y escasez de agua durante el verano, una buena opción para los ganaderos es aumentar la superficie destinada para la producción de forraje conservado (especialmente ensilaje de maíz).
"De hecho, muchos lo están haciendo en la actualidad", asegura.
Según Néstor Acuña, otra opción para enfrentar la falta de forraje podría ser adelantar la descarga de animales (salida de desechos).
Cuidado con las cargas
Para Isidora Molina, experta en ganadería regenerativa de la consultora Efecto Manada, una de las claves que les permitirá a los ganaderos sortear con éxito un verano con altas temperaturas será hacer un adecuado manejo de las cargas del pastoreo.
“Es importante que los ganaderos no se entusiasmen con los crecimientos que están experimentando las praderas por estos días y eviten aumentar las cargas. De esta forma, habría que pensar que en primavera se hagan rotaciones más rápidas, de alrededor de 45 días, dependiendo del caso", afirma.
Lo anterior, dice la experta, debe ir necesariamente de la mano con un respeto por los periodos de recuperación y crecimiento de las pasturas, que en verano —en un contexto de temperaturas muy altas— debe ser más largo.
"Respetando esto, nos aseguraremos que ese pasto crezca y se mantenga fuerte, ya que también las raíces se fortalecen y se profundizan. En ese sentido, si en verano hace mucho calor y no hay tan buenas precipitaciones tendremos que esas plantas podrán sobrevivir por más tiempo", señala Isidora Molina.
Esto, a su vez, permitirá que los suelos no queden descubiertos.
"La idea es ir dejando los suelos cubiertos con vegetación bioactiva o mantillo para poder protegerlo de las altas temperaturas, de modo de disminuir la evaporación del agua que vaya a caer, proteger la microbiología y hacer circular los nutrientes y estos puedan llegar a las plantas", explica Isidora Molina.
La experta en ganadería regenerativa también destaca la necesidad de tener una adecuada biodiversidad en las praderas, ya que cada especie se comporta distinto ante determinadas condiciones agroclimáticas.
"De esta forma, ante un escenario de sequía, si tenemos una pradera monofítica o solo de un par de especies, podemos tener que una o ambas sucumban ante este escenario. Sin embargo, si nuestra pradera es biodiversa tendremos que algunas especies dejarán de crecer, como la ballica, pero habrán otras como las especies de hoja ancha o algunas leguminosas que podrán sobrevivir", asegura.
Esto, comenta Molina, es un círculo virtuoso, ya que de paso le permitirá al animal acceder a la fibra, energía y proteína que requiere y en la práctica pasar mejor la temporada.
Comenzar los riegos
Si bien las praderas que más mal lo pasarán durante el verano serán las de secano, es importante que los ganaderos que cuenten con riego empiecen a tomar medidas desde ya.
"Nosotros trabajamos con varios campos, y en muchos de ellos, sobre todo en los más tecnificados, los riegos empezaron la semana pasada. Esto significa un mes más tarde que el año pasado, cuando en general se empezó a regar en octubre ", indica Nicolás Soto.
De todas maneras, el especialista afirma que la mejor forma de determinar el momento preciso para iniciar los riegos es realizar un monitoreo del predio, para lo cual recomienda utilizar herramientas como sondas de humedad.
"Estas tecnologías, además, nos permitirán regar bien, ya que hay que no hay que tirar agua por tirar. Debemos procurar entregarle a la pradera el agua necesita", agrega.