La necesidad de que el ganado lechero y de carne cuente con alimento de bajo costo y a la vez nutritivo, especialmente en invierno, ha llevado a que la implementación del sistema de alimentación basado en el uso de remolacha forrajera esté siendo cada vez más considerado por los productores ganaderos.
Pese a que cualquier predio ganadero puede utilizar este sistema de alimentación, su implementación requerirá de un cuidadoso proceso que incluye la preparación del suelo y el establecimiento del cultivo y la realización de un protocolo de acostumbramiento para los animales.
El inicio del camino
El primer paso para implementar este sistema de alimentación en un predio ganadero es preparar el suelo que albergará el cultivo, el cual debe estar absolutamente descompactado, con el fin de que la planta, cuando comience su desarrollo, pueda extender sus raíces a profundidades de entre 25 y 30 cm.
Para ello es clave que el agricultor pase por el terreno un subsolador o un incorporador de suelo.
“Esto deja el suelo suelto, lo que es ideal para el desarrollo de la remolacha forrajera”, asegura Christian Barrientos, administrador de Ganadera Las Tranqueras, en Panguipulli, Región de Los Ríos, una de las personas que más sabe sobre este sistema en Chile.
En caso de que en los días posteriores al paso de la maquinaria en el terreno aparezcan malezas, será necesario realizar una aplicación de glifosato a partir de la información que aparece en la etiqueta del producto.
“Hay que tener en cuenta que la mezcla de glifosato con otros herbicidas puede dañar el desarrollo inicial de la remolacha”, afirma Rolando Demanet, ingeniero agrónomo de la Universidad de La Frontera, en el boletín ‘El renacer de la remolacha forrajera’.
Posteriormente, el agricultor debe estructurar las hileras de cultivo, las que deben tener una altura ideal de 20 cm y una separación entre ellas de 50-80 cm. El largo de estas dependerá de la cantidad de vacas que se alimentarán.
“Las vacas necesitan tener, al menos, un metro de ancho para comer e ir avanzando. Además hay que considerar que deben alimentarse de forma perpendicular a la hilera. Por ello, si hay 50 vacas, la hilera debe ser de 50 metros de largo”, explica Verónica Favere, experta en ganadería y forraje e investigadora de la Agencia de Extensión Rural Valle Medio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA).
Una vez diseñadas las hileras, el agricultor tendrá que enfocarse en la siembra del cultivo, la que debe realizarse idealmente entre fines de agosto y principios de septiembre. Esto le permitirá que la remolacha esté lista en mayo.
En la actualidad existen pocas alternativas varietales de remolacha forrajera en el mercado, siendo geronimo, gerty y lactimo, desarrolladas por KWS Chile; y monro y rivage, propiedad de Cooprinsem, las más usadas.
Para la siembra se debe usar una sembradora neumática —siembra con aire— de alta precisión y remolachera, la que tiene que llevar a cabo el proceso a una velocidad que no supere los 5 km/h.
“La sembradora debe configurarse para que la semilla quede a 5 cm de profundidad del suelo. Además, la idea es entregar 100 mil semillas por hectárea, lo que finalmente llevará a tener cerca de 70 mil plantas por hectárea”, señala Barrientos.
La superficie a sembrar dependerá de la cantidad de animales que tenga el productor. Christian Barrientos, por ejemplo, comenta que con 150 hectáreas ha podido alimentar sin problemas a sus 750 vacas lecheras.
“El 100% del forraje en los últimos tres inviernos se ha obtenido de la remolacha forrajera”, afirma.
Es importante tener en cuenta que la siembra recurrente de remolacha forrajera en una zona determinada puede generar una serie de enfermedades y problemas en el suelo como la presencia de nemátodos y hongos. Por lo mismo, los expertos recomiendan utilizar cultivos de rotación como maíz y trigo y esperar entre 4 y 5 años para volver a establecer la remolacha forrajera en ese lugar.
Proceso de acostumbramiento
Una vez terminado el ciclo del cultivo, el agricultor tendrá que comenzar con el proceso de acostumbramiento alimenticio del ganado bovino a este nuevo alimento. La idea, dicen los expertos, es que los animales se acostumbren a la textura y sabor de este nuevo cultivo y se reduzcan las opciones de que sufran acidosis ruminal, una condición que se relaciona con la baja del pH del rumen y que en el peor de los casos los puede llevar a la muerte (ver recuadro “El fin de un mito”).
Este proceso —surgido de la experiencia neozelandesa— tiene una duración de 15 a 21 días y consiste en ir aumentando progresivamente la cantidad de remolacha en la dieta del animal, hasta que su rumen se acostumbre.
“Los primeros dos días se le da 1 kg de remolacha y 12 kg de pradera a cada vaca”, explica Barrientos.
Al tercer día, el agricultor debe aumentar en un kilo la cantidad de remolacha a entregar y disminuir en un kilo la de pradera y así sucesivamente, hasta que la dieta total tenga 11 a 12 kg de remolacha y 1 a 2 kg de pradera. Al final de este ciclo el rumen del animal debería estar acostumbrado a la remolacha forrajera.
Ejemplo de un proceso de acostumbramiento en ciclo de 21 días:
Día Remolacha (kg) Pradera (kg) 1 1 12 3 2 11 5 3 10 7 4 9 9 5 8 11 6 7 13 7 6 15 8 5 17 9 4 19 10 3 21 11 2
Fuente: Basado en la información proporcionada por Verónica Favere (INTA) y Christian Barrientos
Monitorear el avance
Una vez completado el proceso de acostumbramiento ruminal, los productores tendrán que controlar la cantidad de remolacha diaria que consumen sus animales, dependiendo si estos son de leche o de carne.
Así, por ejemplo, las vacas lecheras en producción tendrán que consumir una cantidad de remolacha forrajera equivalente a 30%-35% de su dieta, mientras que las secas el equivalente al 90% del total de su dieta.
“La cantidad restante en ambos casos puede ser complementada con silo, ballica o cualquier elemento alto en fibra”, afirma Barrientos.
Los productores de carne, por su parte, podrán liberar el consumo de remolacha forrajera ad libitum, es decir, podrán tenerla siempre a disposición de sus animales.
También será necesario que los productores revisen constantemente la cantidad de remolacha que no comen sus animales en el terreno, con el fin de reducir al máximo la pérdida de alimento. Para ello, se debe acudir al predio todos los días y determinar el porcentaje de alimento sobrante. Lo ideal, según los expertos, es que la remolacha remanente no supere el 25%.
Así, por ejemplo, si en una hilera hay 10 plantas, lo ideal es que los animales consuman al menos 7,5.
Si esto no ocurre, el productor tendrá que adicionarle a la dieta del día siguiente la cantidad de remolacha forrajera no consumida. Esto significa que si el día anterior los animales solo consumieron 6 plantas, al día siguiente tendrán que comer 1,5 plantas extra.
Mejorando la alimentación
Una forma de mejorar los índices de consumo de remolacha forrajera por parte de los animales es orientarlos a que se alimenten atravesando las hileras, es decir, en sentido perpendicular a las mismas y no en paralelo.
Esto permitirá que las vacas se alimenten a lo ancho del campo e idealmente en una misma línea, y ayudará a los productores a controlar de mejor manera que todos los animales se están alimentando.
Otra herramienta que ayuda a estos fines son los cercos eléctricos perimetrales portátiles, los cuales al estar electrificados —normalmente con 6 mil voltios— envían un impulso de alto voltaje al tacto que impedirá que los animales salgan de la zona delimitada para su alimentación.
La idea, según los expertos, es usar tres cercos eléctricos: dos que se ubiquen por delante de los animales y otro detrás de ellos.
Entre medio se debe dejar un espacio de tres a cuatro hileras de remolacha forrajera que corresponderá al lugar donde comerán los animales.
Los cercos deben ser movidos en la medida que los animales vayan consumiendo las hileras de remolacha forrajera.
Ejemplo del establecimiento de un sistema de remolacha forrajera.Infografía: Rolando Araos, El Mercurio Campo | Fuente: Verónica Favere y Christian Barrientos.
Recursos: Freepik