El riego deficitario controlado (RDC) es una técnica que consiste en aplicar un déficit hídrico en las plantas, lo que provocará un ligero estrés en los cultivos.
Dicho nivel de estrés hídrico debe ser cuidadosamente monitoreado en las plantas, de manera de no generar pérdidas de rendimiento o detrimento en la calidad en la fruta. Así como tampoco debe promoverse el déficit de agua en caso de que este afecte la inducción floral, crecimiento de raíces o la acumulación de reservas en los árboles.
Una aplicación compleja
El concepto de riego deficitario controlado ha ido evolucionando desde la investigación hacia una técnica aplicada que persigue el ahorro de agua en condiciones de aridez o incluso como una estrategia para enfrentar la sequía en climas mediterráneos con estación seca prolongada.
Eso sí, no es viable ejecutarla en cualquier especie frutal.
Es imprescindible que el productor lo aplique solo cuando existan resultados concluyentes en la especie y variedad que cultiva. Esto porque, en general, se busca demostrar que la técnica del RDC no provoca daños en la especie frutal estudiada luego de, al menos, dos a tres temporadas de aplicación.
Por ejemplo, donde se sabe que su aplicación es óptima, es en ciruelo europeo con destino a deshidratado o en cerezos, donde los ahorros de agua han llegado al 30% y 15% respectivamente.
La técnica también ha sido exitosa y ampliamente adoptada por los productores en ciertas variedades de vides viníferas tintas (Cabernet Sauvignon para mercado premium) y en cultivos que son tolerantes al déficit hídrico como olivos y almendros, mientras que se ha aplicado con relativo éxito en variedades tardías de duraznero y nectarín.
Etapa fenológica, un factor clave
Esta técnica debe ser cuidadosamente monitoreada en su aplicación así como en la etapa fenológica en la que se encuentra el cultivo.
Por ejemplo, el período de aplicación en frutales de carozo corresponde a la etapa II de crecimiento del fruto (endurecimiento de carozo).
Esta etapa es de corta duración en cerezos y en durazneros tempranos, con lo cual el déficit de riego es complejo de aplicar sin afectar la etapa siguiente de expansión celular del fruto que determina fuertemente el calibre y la calidad en postcosecha.
Por ello, el productor debe monitorear el contenido de agua en el suelo al momento de gatillar la restricción de riego y mantener este parámetro en observación hasta un umbral definido para reactivar la aplicación de agua al suelo.
En paralelo, es aconsejable conocer el estado hídrico de la planta por medio de mediciones de su potencial: la cámara o bomba de Scholander es un instrumento que permite definir la reactivación del riego, cuando se alcance cierto umbral crítico de potencial en la planta.
De hecho, si la técnica es aplicada en la etapa fenológica oportuna, la calidad de la fruta cosechada no se verá afectada. Adicionalmente, esta técnica permite alcanzar un mayor rendimiento comercial por volumen de agua aplicado (kg/m3) mejorando la productividad del agua del predio.
En contraparte, si la técnica es mal aplicada, podría acortar la vida útil del huerto, precipitando la muerte de plantas al cabo de dos a tres temporadas de aplicación, en especies sensibles y con errados criterios de restricción de riego.
El nivel de inversión
El costo (o inversión) del RDC está asociado al equipamiento y personal necesario para el control del riego, del contenido de agua en el suelo (sensores, servicio de telemetría) y del estado hídrico de las plantas (cámara de Scholander, recargas de nitrógeno comprimido).
Si se considera equipamiento e instrumental (amortizado en 10 años) y personal para una unidad de 10 hectáreas de huerto frutal, el costo por hectárea sería del orden de $100.000 a $200.000 por hectárea para mantener un huerto bajo RDC.
En este sentido, el productor debe ponderar los beneficios (ahorro de agua o estrategia para enfrentar la sequía) frente al costo de implementación de la técnica, tomando una decisión informada y realista a partir del nivel tecnológico que haya alcanzado el predio.