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Editorial
Domingo 07 de diciembre de 2025
Que no sea un anticipo
''Como muy probable ganador, es lógico que sean las propuestas de Kast y no las de Jara las que centren la atención periodística, y se demande, con razón, una mayor precisión en algunas de ellas''.
Sin mayor incertidumbre se acerca el cierre de la campaña —la carrera en esta segunda vuelta parece estar jugada desde el inicio y, salvo un terremoto político de grandes proporciones, José Antonio Kast será el próximo Presidente de Chile—, con la candidata oficialista, Jeannette Jara, más empecinada en descalificar al líder republicano que en desplegar sus propuestas. A estas alturas queda claro que la tesis de su vocero, Francisco Vidal, quien era partidario de no perder “un minuto en criticar, en atacar (a Kast)”, ya que a su juicio la clave es hablarles a los ciudadanos de las propuestas para avanzar en la solución de los problemas, ha sido desechada y se ha optado por un camino diametralmente opuesto.
El último debate de la Archi fue un buen ejemplo de ello, con Jara atacando e interrumpiendo permanentemente a su contendor, buscando cualquier oportunidad, aunque no viniera al caso, para victimizarse invocando su condición de mujer. Incluyó ofensivas expresiones contra Kast, acusándolo, entre otras cosas, de tener en su “equipo a gente que se jode a la gente. Tú te jodes a la gente y lo amparas en tus equipos”. Respecto de su asesor económico, fue más allá de la crítica política y llegó al extremo de culparlo directamente de hechos delictivos: el ser ideólogo y quien organizó una colusión que perjudicó a miles de chilenas y chilenos. No está de más recordar que no ha habido ninguna condena en contra del asesor de Kast en ese sentido.
En lo medular, la campaña de la izquierda apunta a deshumanizar a José Antonio Kast, presentándolo como una figura tiránica, de posiciones extremas, que oculta sus verdaderas intenciones oscuras, sin idoneidad moral para encabezar un proyecto democrático. La idea de que su triunfo implicaría un retroceso a formas autoritarias, abusivas, y que pondría en riesgo derechos sociales que solo el oficialismo sería capaz de mantenerlos. Subyace en la campaña de Jara la premisa de que un gobierno de Kast sería ilegítimo y justificaría unirse para evitarlo.
Lo cierto es que algo no muy distinto hubiese ocurrido con cualquier candidato de oposición al cual se enfrentaran, sea este Kaiser, Matthei o incluso Parisi. No hay que olvidar que en su momento esas fuerzas tampoco le reconocieron a Sebastián Piñera su legitimidad: comprometieron la estabilidad de la economía con los retiros de los fondos de pensiones, procuraron destituirlo dos veces por causales sin mayor sustento, uniéndose a la estrategia comunista que, desde el primer día del estallido, pidió su renuncia. Los ataques sufridos por Sebastián Sichel en primera vuelta de la elección presidencial de 2021 (a quien llamaban “el otro Sebastián”) dan cuenta del mismo ánimo.
Ojalá que lo mostrado en esta última parte de la campaña no sea un anticipo de la actitud que vayan a tomar los partidos del oficialismo hacia adelante, y hayan aprendido las lecciones sobre la importancia de respetar lealmente las formas democráticas cuando se está en la oposición. En momentos en que movimientos y organizaciones de izquierda —que convenientemente han bajado la guardia durante este Gobierno— se aprestan a reactivar sus protestas en caso de ganar Kast, enarbolando en la calle las más diversas banderas, el compromiso democrático de todos los líderes políticos resulta indispensable.
La experiencia de los últimos años muestra que el apostar por la desestabilización de un gobierno puede traer beneficios electorales inmediatos, pero prontamente la ciudadanía termina castigando a quienes se saltan la legalidad, socavan las instituciones y debilitan el control del orden público.
Kast en los debates
Una situación completamente distinta es la que atraviesa la candidatura de Kast. Su principal logro de estas últimas semanas es el haber sabido integrar un amplio espectro de apoyos, en un ambiente de cordialidad, incorporando a Chile Vamos y a diversas figuras políticas que exceden el ámbito de la derecha.
Ello debería ayudarle a la gobernabilidad en un gobierno futuro, sobre todo en la medida que se exprese en un gabinete los más diverso posible. El mejor antídoto para despejar la caricatura que la izquierda ha procurado hacer de su persona es hacer un buen gobierno, uno decidido a encarar las principales necesidades de la ciudadanía, pero que cuente con una amplia base política que le dé estabilidad.
Como muy probable ganador, es lógico que sean sus propuestas y no las de Jara las que centren la atención periodística, y se demande una mayor precisión en algunas de ellas. Si bien se entiende que en sus respuestas no quiere abrir nuevos flancos ni comprometerse con medidas que en muy poco tiempo se le exigirá implementar —Jara, en cambio, puede hoy ofrecer un sinnúmero de cosas, como el apoyo a eliminar la multa por no uso del tag, la devolución del IVA a los remedios o el ingreso vital de 750 mil pesos, sabedora, según muestran las encuestas, de que no estará en La Moneda en marzo—, cabe esperar en el debate que resta mayor claridad en Kast, y no caer en contradicciones en aspectos que son centrales en su candidatura, como ocurre en materia de migración.