Bill Gates publicó hace unos días un memo con “Tres duras verdades sobre el clima”. Lo hizo justo antes de la COP que parte mañana en Brasil. El memo tuvo mucha repercusión, pero si se lee con calma, lo de Gates no es tanto un cambio de fondo, como de énfasis.
En esencia, dice tres cosas. Primero, el cambio climático es un problema serio, pero no será el fin de la civilización, porque estamos avanzado en las soluciones necesarias. Este avance es fruto de que nos hemos tomado el problema en serio.
Segundo, la mejor forma de medir el progreso en materia climática no es la temperatura, sino la calidad de vida de las personas. Aunque suene obvio, dice Gates, no lo es tanto, porque a veces se busca bajar emisiones a costa del bienestar de los más vulnerables.
Y tercero, la salud y la prosperidad son la mejor defensa contra el calentamiento global, porque las personas más sanas y más ricas sufren mucho menos los impactos negativos del deterioro del clima que las más frágiles y pobres.
Pura racionalidad y sentido común. Muy Gates.
Pero claro, en estos tiempos de polarización y frases cortas, cada cual ha intentado llevar con el memo agua a su molino. Según Trump, esto muestra que él había “ganado la guerra sobre el engaño climático”, porque Gates “finalmente habría admitido que estaba completamente equivocado” sobre el tema (el abuso de los adverbios es de Trump).
También lo criticaron del otro lado, porque estaría minimizando la seriedad del problema, cuando Gates dice en blanco y negro que es muy grave, y dedica tiempo y miles de millones de dólares a resolverlo.
En fin, el memo es una buena lectura para quienes busquen una mirada comprometida, pero optimista y desideologizada del problema. No vale la pena repetir acá sus contenidos.
Pero sí parece pertinente observar dos mensajes adicionales que se leen entrelíneas en el memo de Gates, y que bien nos vendría incorporar en el debate local, sobre todo ahora que se acerca la elección presidencial.
El primero es que la transformación de la economía global necesaria para resolver el problema climático solo ocurrirá si se despliega el potencial de los negocios para encontrar soluciones. Gates repasa en su memo decenas de ejemplos de compañías que están innovando para hacer cemento, acero, fertilizantes, baterías o energía eléctrica y, al hacerlo, reducir emisiones y cuidar el clima. El desafío para esos empresarios es ofrecer alternativas a un costo que no sea más alto que las soluciones más contaminantes. Y muchos lo están logrando.
Constatar que la salida al problema climático pasa porque miles de empresarios en muchos lugares inventen negocios exitosos y ganen plata puede parecer para algunos una herejía. Pero no lo es: si se frena el desarrollo de nuevos negocios, las nuevas tecnologías, y los proyectos de inversión necesarios para desplegar esas soluciones y que tengan alcance masivo, el problema será más difícil de resolver, no menos. Y Chile —se ha dicho ya hasta la saciedad— tiene acá una enorme oportunidad: en energías renovables, minería y el sector forestal.
Podemos estar de acuerdo o no en la gravedad del problema climático, pero tenemos que ponernos de acuerdo en desplegar el potencial de estas industrias sin complejos ni extremismos ideológicos, porque los costos del estancamiento (y los de un clima deteriorado) los pagan siempre los más vulnerables.
El otro mensaje implícito en el memo de Gates es que la solución al problema del clima exige más integración global, no menos. Para desplegar las tecnologías limpias se necesitan cadenas de suministro interconectadas, cooperación internacional y comercio fluido. Y eso implica ser parte de un sistema con acuerdos y reglas que se deben respetar.
Pensar que cada país puede transformar su economía solo, cerrando fronteras o nacionalizando industrias, es una ilusión. Ninguna turbina eólica ni batería de litio se fabrica sin una red global de componentes, inversiones y conocimiento. Y si el mundo fragmenta esas cadenas, el costo de las nuevas tecnologías será mucho más alto y su adopción mucho más lenta.
Leído en clave local, el memo de Gates es una buena fuente de inspiración para el ciclo presidencial que se abre: racionalidad y sentido común frente a problemas complejos; empuje empresarial para generar progreso y mejorar la vida de los más frágiles; e integración al mundo para abrir espacios de colaboración y movilidad de bienes, tecnologías, capital y talento.
Racionalidad, crecimiento, integración. Son tres conceptos simples para proyectar al país en el ciclo que viene. Simples, pero que muchos, sobre todo en los extremos, por estos días olvidan.