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Editorial
Domingo 09 de noviembre de 2025
Jara y su estrategia de campaña
Ya ha comenzado una especie de blanqueo de la candidatura comunista, no muy distinto al que Tohá y Marcel hicieron el 2022 con el proyecto constitucional de la Convención, que ambos, para sorpresa de muchos, entusiastamente apoyaron.
Que la campaña tenga que apostar al desmarque del PC a pesar de que su candidata sea una militante, a distanciarse del Gobierno del cual fue una de sus ministras más representativas y apostar a la astucia para aprovechar los eventuales errores del adversario, es una muestra de la profundidad del fracaso.
A una semana de las elecciones, el diseño oficialista de la campaña presidencial de Jeannette Jara apunta a ganar la primera vuelta —algo que hoy es muy probable— y sobre esa base construir una imagen de aparente triunfo, por más que la suma de las distintas cartas opositoras pueda incluso acercarse al 60 por ciento. La apuesta es, a partir de ello, generar un cambio de escenario que permita darle fuerza a la idea de que el balotaje es “otra elección” e instalar a Jara como una carta competitiva, a pesar de lo que digan hoy las encuestas.
La estrategia busca calificar a cualquiera de los candidatos opositores que pase a segunda vuelta como una candidatura extrema, que pone en riesgo la democracia y las principales políticas sociales existentes. En un relato así su rival ideal sería Johannes Kaiser, pero el discurso no cambiará sustancialmente si es José Antonio Kast o Evelyn Matthei.
En contraste, el discurso oficialista exige presentar a la candidata comunista como alguien de centroizquierda, moderada, que suscribe los principios de la socialdemocracia. Tarea ciertamente compleja si tenemos en consideración que se trata de una militante disciplinada de ese partido desde los 14 años y que solo ahora, en plena campaña, ha comenzado a distanciarse de las posturas más duras del PC, varias de las cuales estaban en su programa de las primarias. La propia candidata Jara dio esta semana un pasó más en esa dirección, al afirmar que “para ahorrar problemas, y para concentrar mis fuerzas en conducir Chile, si soy elegida Presidenta lo más probable es que suspenda o congele o renuncie a mi militancia”.
Para darle credibilidad a esta aparente transformación de la candidata, se espera que los exministros Carolina Tohá y Mario Marcel tengan un papel relevante en esta segunda vuelta, reafirmando las credenciales democráticas de Jara y dándole sustento técnico a su proyecto de gobierno. Ya han comenzado a hacer declaraciones en ese sentido, las que seguramente se incrementarán en las próximas semanas. Una especie de blanqueo no muy distinto a lo que en el 2022 hicieron con el proyecto constitucional de la Convención, que ambos, para sorpresa de muchos, entusiastamente apoyaron. En julio de ese año, cabe recordar, Tohá una y otra vez destacaba que lo más relevante del texto era “lograr situar un cambio, un desplazamiento de los ejes de poder de la sociedad chilena”, resaltando, entre los principales aspectos, las controvertidas normas identitarias del proyecto relativas al género, a los pueblos originarios y a la forma de abordar “desarrollo con la naturaleza”.
De otro lado, Tohá parece olvidar ahora las duras palabras dirigidas a Jara en la campaña de las primarias del oficialismo: “No soy partidaria de que el Partido Comunista gobierne el país”; “donde ha gobernado (el PC) en el mundo, los países se han estancado socialmente y ha cundido la pobreza”. O aquellas dichas hace algunas semanas en Francia, cuando volvió a emprenderlas contra “los complejos de izquierda que le tienen como alergia a la policía, le tienen alergia al orden público, a hacer cumplir la ley”, en clara alusión al comportamiento del PC cuando fue ministra del Interior, aunque no exclusivamente a ellos.
Solo queda la astucia
Otro aspecto a considerar es la estrategia de diferenciarse —hasta llegar casi al absurdo— del gobierno de Boric, quien tiene hoy un altísimo rechazo ciudadano, que se empina en distintas encuestas por sobre el 60 por ciento. Y es que Jara, a pesar de darse a conocer como ministra de este Gobierno, no ha dudado en desmarcarse de sus políticas cuando le ha resultado conveniente. En su momento lo hizo en las primarias con la gestión de seguridad seguida por Tohá, y luego, como candidata del oficialismo no ha tenido problemas en enfrentarse con el ministro de Vivienda, Carlos Montes; en criticar el proyecto de ley de presupuesto e incluso en distanciarse del Presidente Boric en sus recurrentes críticas a Trump (“no es mi estilo. No soy de esa manera”, dijo esta semana), y cuando utilizó una cadena de televisión para embestir al candidato Kast, entre muchos otros aspectos. Recientemente, el senador Núñez, del PC, graficó todo esto de la siguiente forma: “Jeannette Jara es una figura política que tiene sello propio, una personalidad muy nítida, y tiene un proyecto que supera con creces todo lo que se ha realizado en el gobierno del Presidente (Gabriel) Boric”.
En cualquier escenario, sin embargo, para que un diseño como este pueda tener alguna oportunidad de éxito, deben contar con la división opositora y, naturalmente, estarán atentos para explotar cualquier conflicto, recriminación, descalificación o paso en falso entre ellos. De ahí que se sostenga que solo la oposición y sus disputas pueden permitirle al oficialismo mantener el poder.
El que después de cuatro años, más que recurrir a un legado que pueda constituir un capital movilizador, la campaña tenga que apostar al desmarque del Partido Comunista a pesar de que su candidata sea una militante, a distanciarse y criticar al Gobierno del cual fue una de sus ministras más representativas y apostar a la astucia para aprovechar los eventuales errores del adversario, es una muestra de la profundidad del fracaso de esta administración.