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Cartas
Martes 15 de abril de 2025
Semana Santa
Señor Director:
Con el Domingo de Ramos, se inician los días más importantes de la fe cristiana. Son los días santos de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Sin ellos la vida para los creyentes carecería de sentido; como dice San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, seríamos los más desdichados de todos los seres humanos” (1ª Corintios 15, 19). Son los días en que se manifiesta la misericordia del Padre Dios en toda su grandeza. Semana Santa es una invitación a dejarse abrazar por el corazón misericordioso de Dios.
El Domingo de Ramos es el día donde acuden millones y millones de personas a los templos. Esa es la grandeza de los signos. Todos queremos tener signos de importancia en nuestras vidas: algo palpable, visible, que nos acompañe en los lugares donde se desarrolla nuestra existencia, especialmente en el dolor y el sufrimiento.
Esta Semana Santa se inserta en el Año Santo Jubilar cuyo lema es “Peregrinos de Esperanza”. Hablando a los jóvenes, el Papa Francisco en su primer Domingo de Ramos (24 de marzo de 2013), les dijo: “Por favor, ¡no se dejen robar la esperanza (…). Esa que nos da Jesús”. La patria tiene enorme necesidad de una esperanza cierta y no solo una ilusión. Una esperanza que no defrauda: la que ofrece Cristo.
Cuando se confunde la esperanza con la exacerbación de los sentidos, estimulando el ritmo, el colorido y la música estridente, se puede pasar el rato, reír y bailar, pero al final hay sed de descansar y la sensación de quedar fundidos. Cuando, en cambio, se regala una tarde para ayudar a caminar a una persona con discapacidad motriz, o acompañamos a un enfermo o simplemente ponemos el hombro en una campaña de recolección de alimentos, quedamos muy cansados, pero no fundidos. Y el sabor de lo vivido nadie lo puede robar.
En el evangelio de la Pasión se ve al ladrón crucificado y arrepentido: él tiene una esperanza, puesta en Jesucristo: “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Y Jesús le hace un anuncio que supera su esperanza: lo vuelve a la inocencia original, aquella que perdieron Adán y Eva. Jesús le dice: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Es una invitación de Jesús a que, desde nuestras cruces, le presentemos nuestras esperanzas: las personales, de las familias, de los enfermos, las de todos los sufrientes.
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo de Melipilla