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Cartas
Martes 15 de abril de 2025
La sonrisa de don Mario
Señor Director:
Vi a Mario Vargas Llosa en persona por primera vez en Estocolmo, en mayo de 1978. Era la reunión del entonces todavía PEN Club, fundado antes de que la comercialización de los asuntos humanos atrapara también a los fenómenos literarios. PEN (inglés para lápiz) refleja el orden en las letras: P de poesía; E de ensayo, y N de novela. Aunque en las ventas el orden se invierta.
El gran auditorio de Kulturhuset, la magnífica casa de la cultura en Sergels Torg, estaba repleto. Muchos en el público éramos exiliados (ya sea forzados o, lo que es aún más amargo, prudenciales) de países iberoamericanos, la mayoría de Chile. Don Mario había cumplido hacía poco los 40 años.
Habló con vigor en contra del régimen de Pinochet. Sacó grandes aplausos. A continuación habló en contra de los regímenes soviético y cubano. El abucheo y los gritos lo obligaron a volver a su asiento en la primera fila. Porque había llegado temprano me tocó estar sentado detrás suyo.
Mientras la pifias y gritos aumentaban, toqué su hombro, le di la mano y lo felicité. Había hablado con lucidez y con valentía.
Once años más tarde cayó el Muro de Berlín. Las dictaduras son las dictaduras. Me agradeció con esa sonrisa radiante tan suya y que, para muchos, será inolvidable.
Miguel Orellana Benado