Tengo una hija profesora que trabajó varios años en el Colegio San Juan de Lampa, perteneciente a la Fundación Astoreca. El lunes me llamó emocionada: “¡Papá, el San Juan tuvo cinco puntajes nacionales en la PAES!”. La verdad es que el resultado me impresionó. Se trata de la primera generación de egresados de cuarto medio de un colegio ubicado en uno de los sectores más vulnerables de la comuna de Lampa. Limitando con tomas y campamentos, y con un porcentaje alto de niños migrantes.

Me explicó que, además de enseñarles muy bien lenguaje y matemática, el énfasis está puesto en formación del carácter, del espíritu de resiliencia, de tener un propósito en la vida, de expectativas altas respecto de lo que pueden lograr en sus vidas. Y, especialmente, de vivir en el colegio un clima de respeto, de ser amable, desde la directora del colegio hasta el portero. Me dijo que esto era clave, y que a los niños había que acostumbrarlos a ser “bilingües”. Me explicó que no lo decía en el sentido del inglés, sino que los niños tenían que aprender a manejarse dentro del colegio en un clima de total respeto, pese a que quizás en su vida diaria veían violencia, malos tratos y, obviamente, drogadicción y narcotráfico.

No puedo dejar de recordar que la balacera más mortal en Chile, del año que recién terminó, ocurrió al interior de una parcela en Lampa. Cinco personas fueron asesinadas en una “fiesta”, en un fin de semana de julio en que hubo 17 homicidios en la Región Metropolitana.

¿Están conectados ambos hechos, más allá de que nos estemos refiriendo a la misma comuna? Sí. Y más de lo que muchos creen. El estudio metodológicamente más serio sobre la evolución de los “carteles” en México se publicó en la revista Science, un año atrás. Los autores se preguntan cómo en los últimos diez años, pese a que 60.000 de sus integrantes han sido encarcelados y 50.000 han muerto (la mayoría en enfrentamientos entre ellos mismos), el número de integrantes de estas bandas criminales ha seguido aumentando. Y la respuesta está en el “reclutamiento”. El número de “criminales activos” subió de 115 mil a 175 mil en los últimos diez años, pese a que 110 mil han salido del sistema por cárcel o muerte.

Los autores señalan que los grupos criminales tienen una alta capacidad de “reemplazar” a los caídos reclutando a más de 350 nuevos integrantes a la semana. ¿Y dónde los “reclutan”? Básicamente se trata de hombres adolescentes desertores escolares y jóvenes desempleados en barrios vulnerables. El artículo concluye señalando que lo más efectivo para disminuir la violencia, incluso más importante que meter a sus integrantes a la cárcel, es reducir la capacidad de “reclutamiento” por parte de los carteles. Esa es la única manera de ir disminuyendo, y obviamente que toma tiempo, la fuerza de los carteles delictuales y la violencia.

Y ahí vuelvo al San Juan de Lampa, y al San Joaquín y al San José de la Fundación Astoreca. Y a tantos otros colegios en los sectores más vulnerables de Chile. Y a los profesores e integrantes de los equipos de esos colegios que están dando silenciosamente una gran batalla: quitarle “soldados” al narcotráfico. ¿Cuántos niños esos profesores han logrado “robarles” al Tren de Aragua, a los Pulpos o a los Gallegos? Y, mirado desde el otro punto de vista, ¿cuántos seguirán siendo “reclutados” porque nadie logró cambiarles la vida insistiéndoles todos los días que ellos “sí pueden”, y que deben tener propósitos y expectativas altas, pese a todo lo que pueda estar pasando en su casa o en su barrio?

La reflexión final es que, lamentablemente, en la lucha cuerpo a cuerpo por quitarle “soldados” al narcotráfico, la batalla más importante que se está dando hoy en Chile, a la gran mayoría de los profesores y de los colegios de barrios vulnerables los hemos dejado solos. Nos acordamos una vez al año cuando al conocer los resultados de la PAES volvemos a leer lo mismo: que hay 98 particulares pagados en los primeros 100, y que los de más altos puntajes están casi todos en las tres comunas del sector oriente.

Pero pasan algunos días y volvemos a lo mismo. La educación escolar no es prioridad. Llegará marzo y discutiremos de la condonación del CAE, de un eventual nuevo sistema de financiamiento a las universidades, hasta de la deuda histórica de los profesores. Para todo eso parece haber recursos. Pero para apoyar a quienes están verdaderamente en la primera línea de la gran batalla de Chile, nada de nada. No vaya a ser que, al igual que en México, en 10 años más descubramos que pese a que construimos varias cárceles, el Tren de Aragua, Los Trinitarios o cualquiera de los otros siguen creciendo y sembrando violencia.

Joaquín Lavín
Profesor CIES-UDD Exministro de Educación