Puede parecer hoy hasta inverosímil que hace dos años la revista alemana Stern hubiera calificado a Giorgia Meloni como “la mujer más peligrosa de Europa”. Por entonces, el partido de Meloni, Hermanos de Italia, se había impuesto como la primera fuerza en las elecciones italianas de septiembre de 2022. Las raíces neofascistas de la colectividad y la dura retórica de su líder explicaban la desconfianza. Hoy, sin embargo, la primera ministra italiana es considerada un factor de estabilidad y hasta medios tan poco afines como el británico The Guardian reconocen la habilidad con que ha logrado construir un perfil de moderación, al menos en su política de exterior.

Determinante ha sido su claro alineamiento contra la invasión rusa en Ucrania. Ha logrado concretar esa política pese a las posiciones de sus socios de coalición —recordada era la amistad que cultivaba con Vladimir Putin el fallecido expremier Silvio Berlusconi, de Forza Italia, así como las señales prorrusas de Matteo Salvini, de la Liga—. De este modo, ha marcado también una clara diferencia frente a las ambigüedades de Marine Le Pen y a las posturas del premier húngaro, Viktor Orban. Más aún, se le reconoce a Meloni haber servido de puente con este para que se allanara a desbloquear la ayuda a Kiev.

Aunque después de los últimos comicios europeos —en que su partido aumentó su apoyo— la líder italiana fue excluida humillantemente de las tratativas que permitieron la reelección de Ursula von der Leyen y la designación de las principales autoridades, hace algunas semanas fue resarcida. Esto, con la nominación que hizo Von der Leyen de Raffaele Fitto —de Hermanos de Italia— como su vicepresidente ejecutivo para Reforma y Cohesión, en la Comisión Europea. Meloni ha presentado este nombramiento —que debe ser ratificado por la Eurocámara y que ha despertado la molestia de la izquierda— como un triunfo.

Otro temor que ha podido hasta ahora despejar Meloni es el de un giro populista en la economía. Si bien su discurso y el de sus socios alimentaban esa desconfianza, en líneas generales, la premier ha seguido el rumbo de su antecesor, el reputado Mario Draghi; en parte, claro, obligada por las exigencias que impone seguir accediendo a los fondos europeos.

Donde sí Meloni imprime su sello es en medidas como la penalización de los bloqueos de calles (ley antigandhi, la llama la oposición) o el apoyo a la maternidad.

Con todo, parece estar consiguiendo su mayor éxito en otra área clave, la migración. Sus políticas han incluido restricciones para las ONG que realizan rescates en el mar y normas para facilitar las expulsiones, pero también acuerdos con los países africanos para controlar los flujos migratorios y entregarles apoyo económico; se agrega el acuerdo suscrito con Albania para que esta albergue a solicitantes de asilo. Con estas medidas, asegura haber conseguido reducir en un 62% la llegada de inmigrantes en los primeros siete meses de 2024. Ello ha despertado el interés no solo de figuras como Alberto Núñez Feijóo, el líder opositor español, sino incluso del premier laborista británico, Keir Starmer. Las elogiosas palabras que este le dedicó al visitarla hace dos semanas en Roma bien sintetizan el posicionamiento que ha conseguido Meloni en el escenario europeo.