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Editorial
Martes 17 de septiembre de 2024
Alternativas educativas
Familias insatisfechas con los resultados del sistema de admisión escolar centralizado podrían estar recurriendo a alguna alternativa informal.
En los próximos días se iniciará la rendición de exámenes libres para cuarto medio y para niños menores con necesidades educativas especiales, correspondiente al segundo período del año. Es interesante constatar que si en 2013 solo siete mil 590 niños y jóvenes los rindieron, en 2018 el número ascendió a poco más de 23 mil 300. Durante la pandemia la cifra se redujo, pero luego se recuperó con vigor. Así, el año pasado 33 mil 330 menores de 18 años dieron estos exámenes. Esta posibilidad existe desde antaño en nuestro país y fue permitida inicialmente como una alternativa a proyectos educativos que se estimaban valiosos, pero que por sus características (se apartaban del currículum nacional) no eran objeto de reconocimiento especial. En la actualidad, sin embargo, son también una opción para inmigrantes y chilenos que realizaron estudios en países sin convalidación, que han interrumpido sus estudios regulares o que provienen de educación especial, entre otros factores. El segundo de estos grupos parece haber crecido en importancia a propósito de las deserciones que se han constatado.
Sin embargo, también parece haber otras explicaciones, a juzgar por lo que se observa en otras latitudes. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que casi 700 mil niños y jóvenes cursan sus estudios de manera online, aproximadamente el 1,24 por ciento de la población escolar. Otro 2,45 por ciento estudiaría exclusivamente en su casa guiado por familiares o personas cercanas. Dentro del primer grupo habría alrededor de un tercio que también pertenecería en rigor a este último grupo, pero que decide apoyarse en proveedores de educación virtual. El fenómeno también ocurre en Asia con especial fuerza y es algo más acotado en Europa y Oceanía. En África comienza a tomar potencia. En muchas de las familias que optan por este camino hay insatisfacción con los sistemas educacionales (en Estados Unidos se agrega, además, una dimensión religiosa que no se repite en otros lugares). Son, en general, grupos de ingresos medios con escolaridades de los padres por sobre el promedio de quienes componen estos sectores.
En Chile, los números representan menos del 1 por ciento de la población escolar y aún son imprecisos los diagnósticos detrás de esta expansión. Con todo, el fenómeno de la educación online, aprovechando los aprendizajes de la pandemia, comienza a aparecer. En otros casos, hay insatisfacción con la oferta escolar disponible. Cabe notar al respecto que en la educación subvencionada por el Estado, que reúne al 91 por ciento de la matrícula del país, seis de cada 10 estudiantes asisten a un establecimiento particular. Sin embargo, al momento de postular a través del sistema de admisión centralizado, siete de cada 10 intentan ingresar a uno de estos establecimientos. Algunas de estas familias optan por la alternativa estatal, pero otras deciden no resignarse. Buscan otros caminos y eventualmente podrían elegir alguna solución informal. América Latina tiene una amplia gama de estas alternativas. No es extraño, entonces, que puedan repetirse en nuestro país soluciones de esta naturaleza.
Una pregunta obvia es por qué no se crean nuevos planteles escolares formales para dar cuenta de esta realidad. Después de todo, esa brecha de 10 puntos porcentuales representa, en el mediano plazo, del orden de 300 mil niños. Por un lado, hay indudablemente un riesgo asociado a la caída que se está observando en la tasa de natalidad, que lleva a preguntarse si en algunos años más se mantendrá ese exceso de demanda. Por otro, es más complejo abrir en la actualidad un nuevo colegio. La así llamada Ley de Inclusión dificultó esa posibilidad al condicionarla a contar con un proyecto educativo claramente distinto de los existentes o a la falta de cobertura total. Si bien en la etapa de apelaciones el Consejo Nacional de Educación ha estado abierto a conceder las autorizaciones necesarias, pasar por todo este proceso es complejo, lo que puede desalentar buenos proyectos. En estas circunstancias, y atendidos los nuevos desarrollos tecnológicos y las inseguridades presentes, no puede descartarse que estas experiencias incipientes continúen evolucionando en Chile.