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Editorial
Jueves 05 de septiembre de 2024
Implicancias fiscales del IPoM
Los niveles de gasto público no son consistentes con los de un país que tiene un crecimiento tendencial por debajo del 2%.
Las cifras publicadas en el último Informe de Política Monetaria (IPoM) del Banco Central dieron fin a cualquier algarabía asociada al Imacec conocido esta semana (4,2% para julio). Y es que el escenario futuro descrito combina dimensiones que no hacen más que confirmar la debilidad estructural de nuestra economía, con contingencias en el corto plazo que agravan los impactos de un mediocre desempeño.
Un primer elemento es la revisión al alza de la proyección de inflación acumulada a diciembre de 2024, que pasó del 4,2% (IPoM de junio) al 4,5%. Si bien, como plantea el texto, las expectativas siguen ancladas en dos años al objetivo de política (3%), la situación no debe ser obviada. Esto puede explicar parte de la alta volatilidad cambiaria observada en la jornada de ayer, luego de que el Central decidiese recortar la Tasa de Política Monetaria en 25 puntos base y sugiriera que los recortes continuarían. Calibrar con precisión las futuras decisiones en un ambiente económico débil será el desafío para el consejo del ente emisor.
Pero las preocupaciones van mucho más allá de la inflación. El conjunto de estadísticas contenidas en el IPoM es preocupante. El crecimiento del PIB se ajustó a la baja para el presente año (2,25-2,75% desde 2,25-3%), manteniéndose en el rango 1,5-2,5% para 2025 y 2026, mientras el crecimiento de la demanda interna también cayó fuertemente a la baja (1,3% desde 1,8%). La revisión de las variaciones para 2024 de la formación bruta de capital (-0,8% desde -0,3%), el consumo total (2% desde 2,8%) y el consumo privado (1,7% desde 2,8%) da cuenta de un marcado deterioro de nuestra economía. Esto, en momentos en que el PIB mundial crece un 3,2% y el de nuestros socios comerciales, un 3%.
Así, la actual mediocridad no es un resultado importado, sino un fenómeno de manufactura local, en el que la actual administración tiene evidentemente responsabilidad. De hecho, el análisis del PIB tendencial por parte del Banco Central lo reconoce: mientras en diciembre pasado la variación tendencial de nuestro producto se estimaba en un 1,9% promedio para 2024-2033, el nuevo IPoM anticipa un promedio de 1,8% para 2025-2034. Si bien este puede ser interpretado como un cambio acotado, al referirse a las tendencias de largo plazo, una caída en cuestión de pocos meses como la reportada suma a las alertas.
Sin reformas procrecimiento, con una discusión centrada en posturas ideológicas de izquierda radical y una oposición escasa en convicciones, el destino económico del país parece incierto. Es lo que se recoge, en parte, en el IPoM. Por ahora, solo cabe esperar que una política monetaria más laxa pueda contribuir a activar la economía, al menos en el mediano plazo, a la espera de cambios más estructurales que redinamicen permanentemente la actividad privada.
Ahora bien, las implicancias fiscales del largo estancamiento deben comenzar a internalizarse. En esta línea, el Banco Central ajustó a la baja el consumo del Gobierno de 2024, de acuerdo con las proyecciones del último Informe de Finanzas Públicas. Pero los alcances van mucho más allá.
Chile no puede ni debe continuar obviando las consecuencias de largo plazo de un ambiente político desde el que no se impulsan medidas que efectivamente promuevan el crecimiento. En este contexto, las actuales brechas entre los gastos e ingresos efectivos versus los estructurales tienen un carácter distinto al de décadas atrás. Por eso, las alertas del Consejo Fiscal Autónomo, en cuanto a las dificultades de la actual administración para alcanzar sus autoimpuestas metas de déficit estructural, generan especial preocupación. Los niveles de gasto público no son consistentes con los de un país que tiene un crecimiento tendencial por debajo del 2% (sobre todo, si están dedicados al gasto corriente y no a la inversión). Estamos frente a una situación que requiere atención y el debate del Presupuesto 2025 ofrecerá esa oportunidad. El gasto del Estado no puede estar definido por un dato puntual de Imacec, sino por la acumulación de evidencia respecto de un país con inflación y con estancamiento prolongado. En este escenario, será difícil justificar un crecimiento del gasto público por sobre el 1% real para el próximo año. Tal esfuerzo sería una primera etapa para reconocer nuestra realidad. Una cifra muy superior revelaría una suerte de negación por parte la autoridad.