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Editorial
Miércoles 04 de septiembre de 2024
A partir de dos fracasos
Pese a la contundencia de la derrota, un número considerable de voces en la izquierda se resiste a una efectiva autocrítica.
No se puede analizar el rechazo que recibió la propuesta constitucional de la Convención —cuyo segundo aniversario se cumple hoy— sin incluir en esa mirada lo sucedido el 18 de octubre de 2019. De alguna forma, el 4 de septiembre representa la antítesis del hito octubrista, el rechazo no solo a un texto, sino al derrotero que había iniciado el país casi dos años antes, marcado por la violencia y el afán refundacional. Es, sin embargo, revelador que, pese a la contundencia de la derrota sufrida, persista en la izquierda un número considerable de voces que se resisten a un ejercicio de efectiva autocrítica.
De hecho, la tesis en que muchos insisten es que la violencia “marginal” vivida en los meses siguientes al 18 de octubre de 2019, y que terminó siendo rechazada mayoritariamente por la población, no debería ser usada para ocultar el malestar profundo que atravesaba a la sociedad chilena, representada por el “estallido”. Se trata de un planteamiento muy discutible. Desde luego, minimiza de modo inaceptable la magnitud que entonces alcanzó la violencia y el modo en que incidió en el proceso político, pero además utiliza la idea de malestar para legitimar lo ocurrido y, al mismo tiempo, insistir en la vigencia de las consignas de entonces. Se omite que lo que podría estimarse como una genuina demostración de ese malestar generalizado, la gran marcha del 25 de octubre de 2019, nunca más se repitió y, por el contrario, se fue apagando, hasta convertirse en una repetición de disturbios, viernes tras viernes, de puñados de personas, de la “primera línea”, entonces mitificada por quienes hoy integran el oficialismo. Una mirada más acuciosa debería concluir que, efectivamente, había malestar, pero no se trataba de “uno” sino de múltiples, distintos para las distintas personas, cambiantes en el tiempo y coexistentes con las satisfacciones y alegrías de la vida cotidiana, como ocurre en todas las sociedades. De lo contrario, el “estallido” habría sido permanente. Ello no significa obviar hondos y legítimos reclamos que entonces se manifestaron, como el rechazo frontal a los privilegios y abusos, pero tampoco desconocer lo avanzado por el país durante décadas ni admitir simplismos como el de presentar a Chile como una sociedad irremediablemente dividida entre oprimidos y opresores.
El incorrecto diagnóstico respecto del 18 de octubre condujo a un proceso constitucional forzado a partir de la violencia, con una Convención cuyas reglas electorales fueron mal concebidas —sobrerrepresentando a las etnias y premiando indebidamente a los independientes—, que produjo un proyecto de Constitución de concepción identitaria y refundacional, exagerado en sus preceptos y delirante en su retórica. Inspirado en parte en los modelos bolivarianos que hoy hacen crisis, debilitaba la democracia representativa y cuestionaba la igualdad ante la ley. Tal propuesta terminó apartándose de la misma ciudadanía que un año antes había votado por sus redactores, culminando en el 62% de rechazo del 4 de septiembre de 2022.
Lamentablemente, eso que parecía constituir una importante corrección de rumbo, no ha dado todos los frutos que debiera. El transversal acuerdo político, desde los republicanos al PC, logrado en la comisión de expertos del segundo intento constitucional, fue socavado por la mayoría republicana de la nueva Comisión redactora elegida para esos efectos. Eso llevó a que, aunque esta segunda propuesta era muy superior a la primera, una mayoría ciudadana también la rechazara. Por otra parte, muchos actores políticos oficialistas, protagonistas de los errores de la Convención, no han modificado su juicio respecto de lo ocurrido. Ello, lejos de ayudar a concordar un proyecto común, tiende a preservar la polarización, alimentando la parálisis legislativa actual. La dispersión política a que condujo la reforma electoral de la presidenta Bachelet y la dificultad que hay para convenir su corrección impiden modificar el statu quo, y complejizan avanzar en la indispensable dinamización de la economía, sin la cual la creación de riqueza y las posibilidades que ella entrega para financiar las soluciones que se requieren no estarán disponibles.
Así, el país enfrenta el segundo aniversario del 4 de septiembre y el quinto del 18 de octubre, con fuertes discrepancias respecto del futuro y con exigentes desafíos para resolver sus problemas. El nuevo ciclo electoral de este año y el próximo podría traer cambios. La ciudadanía tiene la palabra.