Señor Director:

Con mucha impotencia, muchos aculeguanos (que vivimos o que hemos buscado pasar nuestro tiempo libre en este lindo lugar) hemos estado siendo testigos de un relato tendencioso que busca instalar en la opinión pública la idea de que no hemos sido capaces de cuidar nuestro entorno.

Resulta curioso que durante los más de 10 años de sequía, en que la laguna desapareció por completo de su lecho, nadie se interesó por este lugar, más que los lugareños y antiguos veraneantes de la zona, que la seguimos visitando, cuidando y queriendo al igual que antes, a pesar de la pérdida natural de su atractivo. Bastó que apareciera el agua para que todo tipo de organizaciones se interesara por ella, intentando desplazar y ningunear las ideas de conservación aportadas por la gente local, que conoce mejor que nadie este lugar.

En carta publicada ayer en este mismo espacio, el señor Pablo A. García Chevesich afirma que durante la sequía muchos ribereños aprovecharon la situación para “extender sus terrenos” sobre lo que antes era laguna, incluso instalando césped... Como veraneante de este lugar hace más de 35 años, me hubiese gustado invitar al señor García a recorrer el lecho a caballo, bicicleta, a pie, como muchos amantes del lugar hicimos en los tiempos secos, para que así pudiera constatar, no solo que lo que el afirma en cuanto al pasto no se condice para nada con la realidad, sino que además percibiera con sus propios sentidos lo poco atractivo que resulta el haber incorporado el barro seco dentro del supuesto territorio accedido por medio de los cercos.

Los cercos instalados por los ribereños —que estamos todos claros en que urge retirar— fueron puestos para protegerse de los animales (vacas y caballos) que fueron llevados por personas ahí a pastar, haciendo del lecho su nuevo hábitat.

Catalina Jorquera Walsen
Vecina de Laguna de Aculeo