Señor Director:

En su carta de ayer, Catalina Siles afirma que la boxeadora argelina Imane Khelif se “identifica” con el género femenino a causa de cierta “ambigüedad en algunas características”. El asunto, sin embargo, es mucho más complejo de lo que ella sugiere.

Khelif es argelina. En Argelia existe poca o ninguna libertad de género. En consecuencia, Khelif no es mujer porque simplemente ella se “autoperciba” como tal, sino porque, además de eso, todos en su entorno la reconocen y tratan como tal. No hace falta mucha perspicacia para imaginar por qué.

Hasta hace poco, los detractores de la libertad de género —entre los que se cuentan los partidarios del “feminismo reaccionario”, un oxímoron solo comparable a un hipotético “abolicionismo esclavista”— nos decían que los niños tienen pene y las niñas vagina. Ahora nos dicen que ese no es el caso y que en realidad lo decisivo es la carga cromosomática.

Khelif es una mujer intersexual. Más allá de las complicaciones que eso suponga para las normas del boxeo, su caso —como el de otras deportistas intersexuales— pone de manifiesto no solo que el sexo puede ser una categoría mucho más escurridiza de lo que prima facie podría pensarse, sino también que el género —como lo vienen diciendo sus teóricos desde hace mucho— no es ni nunca ha sido una mera “autopercepción”.

Felipe Schwember
Faro UDD