La vocación democrática de los liderazgos de izquierda se ha puesto a prueba con sus reacciones ante la fraudulenta proclamación de Nicolás Maduro como Presidente reelecto de Venezuela. Esperable era que sus aliados más férreos, autócratas como Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel o Vladimir Putin, lo reconocieran inmediatamente. Lo decepcionante es observar a muchos dirigentes de la izquierda supuestamente democrática limitándose a formular tardías y ambiguas declaraciones, como varios de los miembros del Grupo de Puebla, o simplemente guardando silencio, como el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Se hubiera esperado que representantes de un sector que suele esgrimir superioridad moral actuaran con decisión y urgencia.

Y mientras esas figuras —que en el pasado avalaron muchas de las arbitrariedades del chavismo— se debaten en la ambivalencia, el régimen se ha embarcado en una brutal represión de las protestas populares, al tiempo que las denuncias de Maduro acerca de un supuesto complot para un golpe de Estado que estarían gestando los líderes opositores son señal de que se ha propuesto eliminar toda disidencia. Otros, como Diosdado Cabello, número dos del régimen, y Jorge Rodríguez, presidente del Legislativo, han sido más explícitos: “los vamos a joder”, dijo el primero, mientras el otro pidió cárcel para Corina Machado y Edmundo González.

Contrasta con esa realidad ominosa la parsimonia de líderes supuestamente comprometidos con la democracia. Así, recién el jueves —y luego de oponerse a que la OEA aprobara una declaración sobre el tema— vino a haber un pronunciamiento conjunto de Lula da Silva, Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador, AMLO, en el que instaron a Venezuela a entregar todos los datos de la votación y que estos puedan ser sometidos a una “verificación imparcial”, expresión demasiado vaga al tratarse de un país donde todas las instituciones son controladas por el gobierno. Los tres mandatarios son miembros clave del referido Grupo de Puebla. A él pertenecen también dirigentes de izquierda latinoamericanos y españoles, varios expresidentes y políticos como Marco Enríquez-Ominami, quien, como coordinador, estuvo el domingo en Caracas, junto al colombiano Ernesto Samper, al dominicano Leonel Fernández y a Rodríguez Zapatero. Samper y Fernández hicieron una declaración conjunta en la que recomendaron publicar todas las actas, desagregadas por centros y mesas de votación. Pero no la firmaron Zapatero ni ME-O, quien en un inicio celebró la jornada electoral del domingo y solo posteriormente se ha sumado a los llamados a transparentar las actas. Mientras, el argentino Alberto Fernández dice que, si bien lo de las actas ha sido un error del régimen, todavía quiere creer en su “buena fe”. Una apuesta, a estas alturas, más que temeraria.