Para el hogar promedio del país, un 82 por ciento de sus ingresos monetarios proviene del trabajo. Sin embargo, estos han estado relativamente planos en los últimos años, fenómeno que obedece a un empleo muy rezagado, complementado por las escasas variaciones reales experimentadas por las remuneraciones (un 0,6 por ciento anualizado en los últimos tres años). Sin un mercado laboral más dinámico, es muy difícil lograr un mejoramiento en las condiciones de vida de las familias chilenas. Lamentablemente, la última Encuesta Nacional del Empleo, correspondiente al período abril-junio de este año, sigue develando una situación insatisfactoria.

Desde luego, las posibilidades de alcanzar las tasas de ocupación previas a la pandemia se siguen postergando; incluso, hay un pequeño retroceso en el cierre de las brechas. De hecho, tendrían que haberse materializado 271 mil empleos adicionales para alcanzar las proporciones de 2019. Esta realidad, a su vez, ayuda a entender que el desempleo siga manteniéndose relativamente alto, alcanzando un 8,3%. Si bien este guarismo es levemente inferior al de igual período del año pasado, contrasta con el promedio de 7,2 por ciento que se registró en los trimestres móviles en el quinquenio 2014-2019. Es un asunto que deja en evidencia la poca atención que se le ha dado al desarrollo del mercado del trabajo en estos años. Y se agrega a esto la fuerte brecha que existe en los niveles de ocupación de hombres y mujeres: mientras para ellos la tasa de desocupación llega a 7,9 por ciento, en el caso de las mujeres se empina a 9 por ciento. En contraste, los datos más recientes para la OCDE muestran una tasa promedio de desempleo para los países miembros equivalente a 4,9 por ciento, con una brecha de apenas 0,2 puntos porcentuales entre ambos sexos.

En Chile, además, los niveles de informalidad no ceden, situándose en 28,2 por ciento, la tasa más alta para este trimestre móvil desde que se reporta esta información. Al mismo tiempo, se observa, respecto de las mediciones de los últimos trimestres móviles, una pérdida de dinamismo en la evolución anualizada de los asalariados del sector privado. Adicionalmente, y más allá del debate que existe sobre la confiabilidad de la serie sobre asalariados públicos, se constata una aceleración en su número que contrasta con los antecedentes del mundo privado. Dicha evolución, en todo caso, es consistente con el dinamismo que exhibe el empleo del sector de administración pública y defensa.

El ajuste a la baja en la proyección de crecimiento para 2024 de la autoridad fiscal y, también, el magro Imacec reportado para el mes de junio son coherentes con la debilidad observada en el mercado del trabajo. Es indudable que mientras no haya más crecimiento económico, la posibilidad de ofrecer más oportunidades de empleo se diluye, pero también parece haber ciertos grupos que están impactados por otros factores. De ahí la importancia de atender mucho más al comportamiento del mercado laboral de lo hecho hasta ahora.